Página quince: Una nueva agenda de EE. UU. para América Central

Ninguna fórmula mágica resolverá los problemas del triángulo norte, solo la voluntad política de los tres gobiernos, la aceptación de las partes interesadas y un compromiso de su socio principal

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WASHINGTON, D. C.– La mayoría de los migrantes indocumentados que cruzan la frontera sur de Estados Unidos provienen de tres países pequeños: El Salvador, Guatemala y Honduras.

Conocidos colectivamente como el triángulo norte de América Central, estos países recibirán una enorme atención de la futura administración del presidente electo de Estados Unidos, Joe Biden.

En los últimos 70 años, Estados Unidos ha tenido una relación esporádica con los tres países: solo le presta atención a la región cuando surge una crisis.

Los principales motivos de la migración forzada del triángulo norte —falta de empleos, una seguridad débil de los ciudadanos y mala gobernanza— son los mismos que alimentan el fenómeno en África, Asia y Oriente Próximo.

El crecimiento económico ayuda a reducir la migración: la evidencia sugiere que el interés en migrar cae significativamente cuando el producto interno bruto per cápita de un país alcanza unos $8.000.

Guatemala y El Salvador actualmente tienen un PIB per cápita de alrededor de $4.000, y Honduras está rezagada, con apenas unos $2.500.

Estrategia de Obama y la de Trump. El propio Biden no es ajeno a la región. Como vicepresidente en la gestión del presidente Barack Obama, estuvo a cargo de lidiar con la iniciativa Alianza para la Prosperidad (A4P), que Estados Unidos organizó con los gobiernos de El Salvador, Guatemala y Honduras, en respuesta a una crisis migratoria del 2014 en la frontera sur de su país.

El vicepresidente Biden hizo, cuando menos, tres viajes al triángulo norte. La A4P también estableció una iniciativa de seguridad.

Algunos criticaron la A4P original por no crear suficiente impacto positivo, especialmente en lo referido a la seguridad, pero el cambio lleva más que los cuatro años de un mandato presidencial de Estados Unidos.

En el 2017 la administración del presidente Donald Trump reemplazó la A4P de Obama por la Estrategia de Estados Unidos para América Central, con la intención de fomentar reformas institucionales similares, así como la seguridad y el desarrollo.

Pero en el 2019, cambió de rumbo y congeló $450 millones en ayuda extranjera para el triángulo norte, en un intento por obligar a los tres países a frenar los flujos migratorios y cambiar sus políticas fronterizas.

Congelar la asistencia afectó negativamente los programas de ayuda externa de Estados Unidos y resultó en la cancelación de una cantidad de planes de desarrollo.

Los problemas más difíciles que deben enfrentar El Salvador, Guatemala y Honduras son la corrupción y la mala gobernanza.

Algunas iniciativas pasadas, como la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala, lograron, en parte, combatirla pero terminaron fracasando por una cantidad de motivos.

Desafortunadamente, los retos económicos, de seguridad y políticos de los tres países se han agravado recientemente, y se han visto aún más exacerbados por la pandemia de la covid-19 y la devastación causada por los huracanes Iota y Eta.

Las economías del triángulo norte han sufrido seriamente debido a los confinamientos relacionados con la pandemia y a las caídas del turismo.

Las remesas en un principio se fueron a pique drásticamente, aunque han remontado desde entonces. El costado positivo es que la violencia de las pandillas disminuyó y se mantiene por debajo de lo usual.

Era pospandémica. Cuando la pandemia amaine, la región tendrá muchas oportunidades de desarrollar una cantidad de sectores económicos, como el turismo y los textiles.

Por otra parte, se están produciendo desplazamientos tectónicos en las cadenas de suministro globales en tanto los países y las empresas buscan volverse más resilientes y menos dependientes de China.

Los problemas del triángulo norte son solucionables, y Panamá, México y Colombia ofrecen algunas comparaciones (ciertamente imperfectas) en términos de lecciones aprendidas.

Después de la grave crisis política que sufrió Panamá en 1989, tenía un PIB per cápita de apenas $2.570. Pero hoy, el país es una democracia saludable que hace alarde de un PIB per cápita de $14.950, lo cal explica por qué no hay tantos panameños que migren a Estados Unidos.

De la misma manera, México alguna vez fue una nación de origen de grandes cantidades de migrantes documentados e indocumentados hacia Estados Unidos.

En la actualidad, hay una cantidad neta de mexicanos están regresando a México; el país alcanzó un PIB per cápita de $8.050 en el 2005, aproximadamente en el momento en que su población obtuvo niveles de reemplazo.

Y la experiencia de Colombia demuestra cómo una voluntad política consistente y un amplio consenso social conducen a un progreso real en seguridad, desarrollo económico y resolución de conflictos.

La región del triángulo norte cambió en los últimos seis años. El Salvador y Guatemala experimentaron transiciones políticas y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) tiene hoy un nuevo liderazgo.

Asimismo, China fortaleció de manera sostenida sus vínculos con América Central, lo que resultó en una ruptura de las relaciones diplomáticas de El Salvador con Taiwán en el 2018.

En términos ideales, una nueva iniciativa de la administración Biden para la región ofrecería fuertes incentivos para que Honduras y Guatemala mantengan el reconocimiento de la isla.

Alianza 2.0. Los actores más significativos en una renovada Alianza para la Prosperidad 2.0 serán los líderes políticos de los tres países.

Además, la vasta mayoría de los empleos de la economía formal en el triángulo norte serán creados por empresas y emprendedores locales. Toda iniciativa que no promueva un mejor entorno comercial y de inversión fracasará.

Biden prometió volver a comprometer a Estados Unidos con la región a través de una estrategia de cuatro años y de $4.000 millones que tenga como objetivo el Estado de derecho, la corrupción endémica y el crecimiento económico.

Cualquier iniciativa de ese tipo exigirá una asociación profunda con el BID, que tiene un poder de convocatoria único en la región, experiencia relevante y una gran cartera para financiamiento, y que, además, ha señalado que quiere ayudar.

La administración Biden también debería buscar el apoyo de Canadá, Colombia, México, Taiwán, España, la Unión Europea y el Banco Mundial.

En definitiva, no existe ninguna solución mágica para resolver los problemas del triángulo norte. Superarlos exigirá nueva voluntad política de los tres gobiernos de la región, de la participación de las partes interesadas en la sociedad y de un mayor compromiso de Estados Unidos y otros.

Los tres países necesitarán diseñar sus propios planes, y luego asumir la responsabilidad de arrojar resultados.

La próxima administración Biden puede ayudar, y la manera más eficiente de hacerlo es convocando a los líderes de la región dentro de los primeros 60 días en funciones.

Daniel F. Runde es vicepresidente sénior de Análisis Global en el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales.

© Project Syndicate 1995–2021