Página quince: ¿Un regalo electoral de Trump para China?

En el plano ideológico, una debacle electoral en Estados Unidos, con amargos encontronazos políticos y litigios sin fin, sería una propaganda gloriosa para el PCCh

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CALIFORNIA– Al menos para China, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, es un regalo que sigue dándole satisfacciones.

Su calamitosa respuesta a la pandemia de la covid-19 dejó a China, cuyo gobierno gestionó mal el brote inicial en enero de este año, como un ejemplo de gobernanza eficaz.

Además, la política de Trump de «América primero» alienó a los aliados tradicionales estadounidenses y dificultó la creación de una coalición amplia para hacer frente a China.

Ciertamente, Trump asestó duros golpes al presidente chino, Xi Jinping: sus guerras comerciales y tecnológicas están demoliendo las relaciones comerciales entre EE. UU. y China, y el apoyo de su gobierno a Taiwán enfureció a los líderes chinos.

Pero, mientras los votantes estadounidenses se preparan para concurrir a las urnas este 3 de noviembre, parece que Trump tiene un regalo más para Xi: una debacle electoral.

Durante el período previo al referendo sobre su presidencia, Trump rehúsa reiteradamente comprometerse inequívocamente a aceptar el resultado.

Usa el púlpito presidencial para intentar deslegitimar el voto por correo e incluso da señales de que la Corte Suprema estadounidense —ahora con una mayoría conservadora de 6 a 3 después de que el Senado confirmara el 26 de octubre a Amy Coney Barrett, la candidata que Trump presentó recientemente— intervendría y podría otorgarle un segundo período.

Las encuestas de opinión recientes indican una clara victoria del contendiente demócrata de Trump, el exvicepresidente Joe Biden, pero es probable que la contienda presidencial se empareje, e incluso si Trump queda por detrás de Biden en el voto popular total el resultado en los estados decisivos para determinar el ganador en el Colegio Electoral podría ser demasiado reñido como para que se sepa en la noche de las elecciones.

Eso daría la oportunidad a Trump —y al Partido Republicano— de usar el control que tiene sobre muchas palancas de poder para aferrarse a la Casa Blanca.

China se frota las manos. Aunque los escenarios pesadillescos de una batalla poselectoral después del empate varían, cualquiera de ellos dañaría irreparablemente la democracia estadounidense, para delicia del Partido Comunista de China (PCCh).

En el plano ideológico, una debacle electoral en Estados Unidos, con amargos encontronazos políticos y litigios sin fin, sería una propaganda gloriosa para el PCCh.

Los líderes chinos señalarían que la agitación política estadounidense es síntoma de su decadencia terminal. La incompetente gestión contra la pandemia hecha por Trump ya logró que el mundo sienta lástima por EE. UU., si continúa con sus amenazas de desafiar la voluntad de los votantes estadounidenses, el atractivo de la democracia estadounidense para quienes viven bajo dictaduras —incluso los chinos— quedaría aniquilado.

Si los grupos de extrema derecha fuertemente armados participan en una intimidación a gran escala de los votantes y el 3 de noviembre hay encontronazos mortales en todo EE. UU., los medios de difusión chinos controlados por el Estado transmitirán con regocijo esas escenas apocalípticas a todos los hogares en su país.

China podría beneficiarse aún más si Trump gana una elección reñida, una perspectiva probable dadas las complejas y arcaicas reglas que gobiernan las elecciones presidenciales estadounidenses y el posible papel decisivo de la Corte Suprema.

Aunque un segundo gobierno de Trump apretaría aún más las clavijas militares y tecnológicas para China, que continúe en la presidencia sería, de todas formas, beneficioso para el régimen de Xi.

En primer lugar, la mayoría de los estadounidenses considerarán a Trump como un presidente ilegítimo si pierde el voto popular, lo que parece casi seguro.

Aún peor, el país podría caer en una guerra política civil si logra un segundo período a través de la supresión masiva de votantes, dudosas maniobras políticas en las legislaturas controladas por los republicanos en estados decisivos como Pensilvania, Wisconsin y Florida, fallos partidistas de los jueces de tribunales menores y mayores nombrados por Trump, y el abuso directo de la autoridad del poder ejecutivo.

Como ejemplo más reciente de esta última cuestión, Trump estuvo solicitando al Departamento de Justicia que investigara tanto a Biden como a su hijo, Hunter, a raíz de que un informe del New York Post dio lugar a acusaciones sin fundamento sobre los negocios de Hunter Biden.

Deslegitimación. Aunque tanto los demócratas como los republicanos consideran a China la amenaza más grave para Estados Unidos, hay que preguntarse cómo EE. UU. llevaría adelante una nueva guerra fría contra China mientras continúa atrapado en una guerra política civil y liderado por un jefe del ejecutivo a quien más de la mitad del electorado considera ilegítimo.

Como mínimo, una mayor polarización partidaria haría imposible que el país reconstruyera su fortaleza local a través de inversiones para ponerse al día en la atención sanitaria, en educación, en investigación científica, en energías limpias y en infraestructura; todas cuestiones necesarias para sustentar su ventaja competitiva frente a China.

En términos internacionales, un segundo período de Trump obtenido a través de medios no democráticos ampliaría la división entre EE. UU. y sus aliados democráticos liberales tradicionales.

La continuidad de su política exterior de «Estados Unidos primero» tornaría aún más difícil para EE. UU. forjar una coalición amplia contra China.

Como es probable que la erosión de la democracia estadounidense se acelere en un segundo período de Trump, los diplomáticos del país tendrían dificultades para persuadir a otros líderes occidentales de que deben unirse al hombre fuerte autocrático estadounidense en una cruzada ideológica contra el hombre fuerte autocrático chino.

La sabiduría popular indica que los líderes chinos preferirían una victoria de Biden; aunque eso podría obligar a China a enfrentarse con un Occidente más unificado, el gobierno de Biden sería más predecible y estaría más abierto a la cooperación para combatir el cambio climático y trabajar por la salud pública mundial; pero la perspectiva de un Estados Unidos paralizado por una crisis de ilegitimidad política local y distanciado de sus aliados en el extranjero puede ser incluso más atractiva para el PCCh.

Minxin Pei: es profesor de Gobierno en el Claremont McKenna College e investigador superior no residente del Fondo German Marshall de Estados Unidos.

© Project Syndicate 1995–2020