Página quince: Migración, identidad y literatura costarricenses

Gagini experimentó, después de criticar a Fernández Guardia, la diferencia entre quien escribe anclado a su país y quienes vuelan hacia otras latitudes.

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En 1894, tuvo lugar una de las polémicas más candentes en la historia de la literatura costarricense. Los contendientes principales fueron los escritores Carlos Gagini y Ricardo Fernández Guardia.

Gagini, al comentar el libro Hojarasca de Fernández Guardia, criticó que los cuentos que incluía “lo mismo pueden verificarse” en Costa Rica que “en Madrid o en París”, ya que dejaban de lado los escenarios, situaciones y modismos costarricenses.

Fernández Guardia, al responder, defendió la libertad creadora y combatió la falacia de que todos quienes mueven “una pluma en Costa Rica” están "obligados a escribir pura y exclusivamente sobre asuntos nacionales”.

De hecho, Fernández Guardia, a partir de un enfoque racial, llegó al extremo de cuestionar la posibilidad de que algún día pudiera existir un arte y una literatura costarricenses, al afirmar que “una parisiense graciosa y delicada” podía dar origen a la Diana de Houdon, pero que “con una india de Pacaca" solo se podía "hacer otra india de Pacaca”.

Experiencia. A lo largo de los siglos XIX y XX, los escritores, intelectuales y estudiosos de la literatura costarricense, dadas sus propias posiciones nacionalistas, tendieron a identificarse con el nacionalismo literario de Gagini.

Como resultado de esa tendencia, se perdió de vista un relevante trasfondo de esa polémica: a diferencia de Gagini, cuya experiencia de vida se limitaba esencialmente a Costa Rica, Fernández Guardia había vivido ampliamente en el exterior, primero como resultado de los cargos oficiales ocupados en Europa por su padre, León Fernández Bonilla, y después en razón de su propia carrera diplomática.

Desde esta perspectiva, si Fernández Guardia se manifestó tan fuertemente en contra del nacionalismo literario de Gagini no fue porque adversara la conexión entre literatura y nación, sino porque rechazó que la única posibilidad de establecerla fuera escribiendo sobre asuntos nacionales en detrimento de otros temas.

Entre 1904 y 1908, Gagini tuvo su propia experiencia foránea, cuando vivió en El Salvador. Aunque se desconoce cómo impactó tal vivencia en su producción narrativa, fue después de haberla tenido que escribió La caída del águila (1920), una excepcional novela antiimperialista que combinó tres dimensiones: la costarricense, la centroamericana y la global.

Migración. Pese a los grandes avances que han experimentado los estudios sobre la literatura costarricense, uno de los aspectos que ha sido menos estudiado es precisamente la influencia que migrar, de manera temporal o definitiva, ha tenido en la producción literaria.

Tal omisión contrasta no solo con el ascenso de la globalización como categoría analítica, sino con el desarrollo de toda una nueva generación de investigaciones que, en otros países, han empezado a indagar sobre la relación entre la creación literaria y los procesos migratorios.

Al considerar la información de una muestra de 63 personas, se comprueba que la experiencia migratoria ha estado presente en la vida de decenas de escritores de ambos sexos, desde por lo menos las últimas décadas del siglo XIX.

De quienes nacieron entre 1860 y 1899, trece escritores y dos escritoras vivieron en algún momento en el extranjero, cifras que ascendieron a trece escritores y diez escritoras en los nacidos entre 1900 y 1949, y a catorce escritores y a once escritoras en los que nacieron entre 1950 y 1999.

Los principales países a donde se desplazaron, según el número de migrantes, fueron Estados Unidos (15), Francia (12), México (9) y España (8). Las restantes 19 personas se distribuyeron entre otros países americanos y europeos.

Por lo que respecta a la duración de la estadía en el exterior, 21 personas permanecieron cuatro años o menos, 12 entre cinco y nueve años, 13 de diez a diecinueve años, y 17 acumularon veinte años y más.

Razones. Se pueden distinguir tres razones principales para marchar al extranjero: quienes partieron para desempeñar un cargo diplomático, quienes lo hicieron para cursar estudios y quienes se fueron por razones personales (predominantemente la búsqueda de mejores opciones laborales e intelectuales mediante la inserción en mercados culturales más amplios y diversos).

En contraste con otros países latinoamericanos en los cuales la persecución política llevó al exilio a numerosos escritores en distintas épocas, en Costa Rica el único caso de este tipo fue el de la escritora comunista Carmen Lyra, quien fue obligada a buscar refugio en México tras la guerra civil de 1948.

Situaciones que se aproximaron a esta experiencia fueron vividas también por el poeta Roberto Brenes Mesén, quien partió para Estados Unidos en 1918, después de renunciar al cargo de ministro de Educación de la dictadura de Federico Tinoco Granados (1917-1919), y por María Fernández le Capellain, esposa de Tinoco, quien marchó a Francia con su marido después de la caída de su régimen.

Academización. Independientemente del período de nacimiento, el motivo predominante para marchar fuera de Costa Rica fue estudiar, tendencia que explica porque las mujeres nacidas ya en la primera mitad del siglo XX mejoraron su posición y lograron casi equipararse con los varones.

Si estudiar en el exterior constituyó el motivo que llevó el 47 % de las personas nacidas entre 1860 y 1899 a dejar el país, esa proporción ascendió al 48 % en los nacidos en el período 1900-1949 y al 76 % en quienes nacieron entre 1950 y 1999.

Dicho ascenso fue resultado de la creciente academización de los escritores: su inserción laboral en las universidades les permitió profesionalizarse y compensar la estrechez de mercados culturales que, solo por excepción, posibilitan vivir de los derechos de autor.

La experiencia migratoria de los escritores fue parte de un proceso más amplio, en el que participaron también artistas, intelectuales y científicos. Acerca de este importante tema, poco es lo que se conoce todavía, aunque en los últimos años ha habido, desde las ciencias básicas, un interés creciente por analizar la llamada diáspora científica.

Memoria. Tampoco se conoce mucho de la experiencia migratoria de los escritores costarricenses, aunque hay datos de sumo interés, como el relato de Gagini acerca de los años que vivió en El Salvador o las cartas de Yolanda Oreamuno sobre sus desplazamientos a Chile, Guatemala, México y Estados Unidos.

Con este tipo de información, y otra que pueda ser obtenida de personas que aún están vivas, se puede empezar a abordar la problemática de la subjetividad y de la identidad, de cómo ambas son impactadas por la migración, de cómo todo esto puede incidir en la creación literaria y de cómo la memoria procesa el desarraigo.

En esta línea, pronto empezará a circular el libro Retornar con la distancia, en el cual Anacristina Rossi, Uriel Quesada y José Ricardo Chaves participan con tres valiosos ensayos autobiográficos, cuyo eje es precisamente la experiencia de la migración.

Desde la polémica que enfrentó a Gagini con Fernández Guardia hace más de un siglo, la cultura costarricense no ha dejado de ser conmocionada, de manera sistemática, por quienes la interpelan literariamente desde subjetividades que han sido transformadas y enriquecidas por las experiencias vividas en otras latitudes.

ivanm2001@hotmail.com

El autor es historiador.