Página quince: Los Rodrigos

Alguien debe asumir, urgentemente, la coordinación y consistencia de la política económica como un todo.

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La administración Alvarado acertó en el nombramiento de los máximos conductores de la política monetaria y fiscal.

Rodrigo Cubero y Rodrigo Chaves —y, con ellos, debe reconocerse la valiosa labor de Rocío Aguilar al comienzo de la administración— son profesionales de amplia experiencia internacional y sobrados méritos para guiar la economía del país.

Cubero ha tenido éxito en mantener bajo control la inflación, función primordial del Banco Central. No obstante, hay aspectos preocupantes en cuanto a las razones del lento crecimiento de los precios.

Llama la atención el incumplimiento sistemático y por defecto de la meta inflacionaria en los últimos cinco años, señal equivocada para empresarios e inversionistas sobre los precios previstos.

Como muestran las encuestas del propio Banco, ellos han creído en esa meta, pero les han fallado. La política de metas de inflación supone una fluctuación alrededor de la meta puntual. Si falla el sector privado, erra en sus planes de producción o expansión.

Tanto mal hace un error por defecto como por exceso. Y eso con una banda del 66,6 % alrededor del promedio. Es tan amplia como fallar un penal al arcoíris.

Depresión posible. La estabilidad de precios puede no ser el resultado, la mayor parte, del manejo consciente de la política monetaria, sino de una caída en la actividad económica y, con esto, surge el temor de estar el país enrumbándose hacia una temida depresión si no se produce un cambio significativo en la tendencia.

De hecho, el Central hizo uso de los principales instrumentos a su disposición para incentivar la producción: rebaja de encajes bancarios para reactivar el crédito y disminución sustancial en la tasa de política monetaria, pero sin resultados visibles hasta el momento.

Las políticas son indudablemente una medicina lenta y su efecto por lo general tarda varios meses en sentirse. Pero el alivio nunca llegará si el problema recesivo no proviene de falta de recursos prestables, sino de desconfianza o pérdida de competitividad y, en alguna medida, de los entrabamientos financieros. En ese caso, los resultados podrían ser muy distintos a los esperados.

Los efectos de la política cambiaria han sido frustrantes. El tipo de cambio se ha mantenido a la baja en los últimos meses y el país vive una inconveniente revaluación, a consecuencia de una notable pérdida de competitividad global.

En esas condiciones, producir en el país es un milagro y es, probablemente, una de las principales causantes del desempleo actual. De nada sirve una política monetaria expansionista cuando los productores están asfixiados debido a los elevados costos de producción, la falta de demanda, el exceso de cargas sociales e impositivas y la incontenible maraña burocrática.

Sueño irresponsable. Quienes se benefician de un tipo de cambio artificialmente bajo guardan silencio cómplice, mientras los desempleados no relacionan su falta de oportunidades con el tipo de cambio. Esta especie de droga nos hace dormir un sueño irresponsable.

No toda la culpa es del Banco Central, pues, mayormente, el exceso de oferta en el mercado cambiario proviene de los masivos ingresos de capital y no necesariamente de inversión externa directa o préstamos para obras.

Los flujos de divisas, si bien algunos provienen de actividades ilícitas, como lo manifestó el ministro, en gran parte están siendo exacerbados por los enormes desequilibrios fiscales y, sobre todo, por los instrumentos usados para su financiamiento.

Si el gobierno se endeuda en dólares para convertirlos a colones crea un cisma en el mercado de divisas. Además, aumenta las tasas de interés para las nuevas colocaciones y crea riesgos adicionales de nuevas degradaciones en la calificación crediticia del país.

Tarde o temprano, ese aumento se transmite al resto de la economía porque es bien conocido cómo los mismos actores internos salen a la caza de los títulos en moneda extranjera, como los eurobonos. Tal reacción disminuye la corriente de ahorro interno para proyectos productivos.

Agravamiento. Lo anterior se agrava con el traslado de capacidad productiva a actividades de menor eficiencia, como son, con contadas excepciones, las del sector público. En promedio, la productividad de la economía sigue en declive y el panorama empeora.

Y, ciertamente, Rodrigo Chaves está metido en un zapato. La magnitud récord del déficit fiscal no es fácil de resolver e, inevitablemente, lo induce a seguir aumentando la deuda pública, algo paradójico en estos momentos cuando la carga de intereses es cada vez mayor y aumenta, de nuevo, la brecha fiscal, en un interminable círculo vicioso.

Al disminuir la actividad económica, la recaudación de impuestos no crecerá. La única forma de revertir esa derivación sería ejecutando un programa ambicioso de reducción del gasto público. Pero, a juzgar por el paquete de medidas anunciadas recientemente, no parece haber consenso en el gobierno de transitar por ese rumbo.

La laxa interpretación esbozada por la administración Alvarado sobre la aplicación de la regla fiscal es una clara muestra de falta de compromiso del gabinete por contener el gasto.

De hecho, después del anuncio de la venta de la Fanal, de inmediato vino la noticia de que el CNP absorberá el 50 % de la planilla. En otras palabras, la grasa en exceso de la Fanal se la tragará el CNP, cuya obesidad de planta, en relación con sus funciones, es notoria. No servirá de nada.

Resistencia estatal. Para colmo, se nota una absoluta desidia de otros entes estatales a reducir su gasto. El caso patético es la Caja Costarricense de Seguro Social, que ha decidido “reinstitucionalizar” los Ebáis, aunque signifique un aumento del 50 % en el gasto de su administración.

La decisión de “trasladar” superávits de instituciones al Gobierno Central es más cosmética que práctica, casi como “raspar la olla”. Dichos recursos están colocados en títulos del Gobierno o no han sido desembolsados. Es solamente un cambio de estatus de los recursos para reducir, en libros, la deuda estatal.

Falta coordinación entre las políticas cambiarias, monetarias, fiscales y productivas. Cada uno de los Rodrigos está haciendo su parte, pero pareciera que sin considerar las consecuencias subsidiarias en el resto de la economía. Alguien debe asumir, urgentemente, la coordinación y consistencia de la política económica como un todo. ¿Podría esto ser una manifestación de la ausencia de Edna Camacho en el equipo económico?

dmelendeh@gmail.com

El autor es economista.