Página quince: El éxito de la educación

No es casualidad la forma como se ha manejado la pandemia: es reflejo de un proceso que data del nacimiento de la nación

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La respuesta a la pregunta sobre si la educación ha respondido a la covid-19 depende del enfoque sobre el aporte a la sociedad y como medirlo.

Si vemos los conocimientos teóricos y técnicos como requisitos exigidos por la revolución científico-técnica, como lo son las pruebas PISA, estamos retrasados, como lo señalan las deficiencias en la organización del sistema educativo y la preparación de los docentes en el Informe estado de la educación.

Es posible medirlo también mediante el porcentaje de alfabetismo y la cantidad de profesionales y técnicos graduados aquí y en el extranjero, pero eso solo nos aproximaría elementos cuantitativos notables, insuficientes para dimensionar lo cualitativo y su capacidad de innovación y reproducción.

La educación es mucho más que formación técnica; es un producto dependiente no solo del sistema porque se produce en simbiosis permanente en la práctica organizacional de las comunidades y la cultura local.

El sistema educativo, cuando asume el liderazgo firmemente con capacidad y posibilidad de llevar adelante la iniciativa en las comunidades, tiene repercusiones en el sistema social, como la escuela Fila Tigre, ubicada en Pittier de Coto Brus.

Frecuentemente, el liderazgo proviene de las comunidades organizadas, que son las que marcan las prioridades y orientaciones que debe tener la educación. Es una relación recíproca de autoestimulación.

Se trata una interacción activa, mediante la cual se generan y consolidan relaciones de autoridad, y son aceptadas por todas las partes.

Una interacción que consolida una autoridad basada en la necesidad y la convicción de lo que es mejor para todas las partes.

Esta relación, por un lado, entre las políticas públicas orientadas a la inversión en educación y salud, y, por otro, el sistema educativo reforzado institucionalmente y articulado a la cultura y la sociedad, permite la gobernanza de un país y la gestión basada en la autoridad.

La pandemia muestra, entre otros aspectos, las calidades de la educación y cultura nacionales en la forma como se ha manejado la crisis, hasta el momento, con sacrificio y disciplina ejemplares de la mayoría de la población.

Costa Rica se coloca en un terreno similar al de Uruguay, Grecia, Vietnam, el estado de Kerala en la India y Porto Alegre en Brasil, entre países con pocos recursos, pero que, con organización y disciplina, afrontan la pandemia con mejores resultados que las naciones ricas.

No es casualidad, sino el reflejo de un proceso educativo acumulado por la cultura e influido por ella, aun en medio de grandes sacrificios económicos.

Un proceso manejado con convicción y técnicamente bien por el ministro de Salud, a pesar de la incertidumbre sobre la duración de la crisis y los ingresos de las familias.

Debemos aprovechar esta base consolidada para descentralizar el combate de la pandemia y trasladar la información regional y local a las comunidades, y la gestión eficaz de la etapa siguiente con recursos cada vez más menguados.

Recordemos el viejo adagio “cuando el hambre entra por la puerta, el amor sale por la ventana”. Cuantas más personas se apoderen de las soluciones, mejor sabrán demandar los recursos para el combate, tanto locales como nacionales.

De cara al futuro. La educación tiene un arraigo en la cultura costarricense desde nuestro nacimiento como nación; no se ha limitado a reproducir lo local, sino que, como zona de tránsito y comercio, ha procurado mantenerse al tanto de los avances en la educación mundial.

Así, en el siglo pasado, se hibridó en Chile y Europa con los mejores avances de entonces, y trasladó y adaptó esas experiencias a nuestro medio, lo cual se ha enraizado en nuestra cultura y configuración ciudadana.

La velocidad de la revolución científica y de la información demanda no solo conocimientos técnicos, sino también actualización y ajuste con base en los métodos educativos innovadores.

Es necesario enviar jóvenes educadores a formarse en países a la vanguardia en este campo, como Finlandia, Japón y Alemania, para hibridar nuestra experiencia.

Eso sí, se requiere, para emprender con éxito esta tarea, como la han cumplido las generaciones que van de salida, políticas públicas a mediano y largo plazo que garanticen los recursos y estabilidad jurídica para cumplir los compromisos con la formación de las nuevas generaciones, así como un sistema de gestión que evalúe resultados y, en la medida que se alcancen, le garantice al personal estabilidad en sus cargos.

miguel.sobrado@gmail.com

El autor es sociólogo.