Página quince: Cuba y la era de Lezama Lima

La figura del escritor se agiganta, en tanto la de Fidel se encoge bajo el peso acusatorio de sus propias palabras.

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En Miami, desde hace algunos años, existe un notable festival de cine auspiciado por el Miami Dade College. Tiene una creciente importancia.

El domingo 8 de marzo exhibieron un gran documental. Se tituló Cartas a Eloísa. Lo dirigió una magnífica realizadora llamada Adriana Bosch. Es excelente. El punto de partida es la correspondencia entre el poeta cubano José Lezama Lima y Eloísa, su hermana menor.

Lezama le escribía desde Cuba y Eloísa le respondía desde el exilio. A Lezama no “le daban” la salida de Cuba. Ella temía entrar (su marido, Orlando Álvarez, era un opositor notable), y él no podía salir.

Fidel y Raúl eran los dueños de todos los cubanos. Ellos decidían quienes viajaban y quienes se quedaban en la Isla. Lezama había nacido en 1910 y murió en La Habana en 1976 a los 65 años.

Eloísa murió en Miami en el 2010. Nunca pudieron reencontrarse. Adriana ha tenido la inteligencia de servirse del libro que recoge las cartas, pero para hacer algo mucho más impactante: un filme sobre la angustia de un escritor exquisito atrapado en un sitio inmundo que se degradaba peligrosa e ineluctablemente.

El escritor. Lezama era gay. De clóset, pero gay. Se casó con una señora para que lo cuidara y para protegerse de la homofobia oficial.

También era gordo, asmático y abogado. Su amigo, no eran pareja, también poeta, Gastón Baquero, antes de la revolución, le había conseguido un “trabajito” en la junta que estudiaba los expedientes de los presos comunes y recomendaba o negaba la libertad a esos reos. (Parece que Lezama era muy severo).

Cuando le pregunté a Gastón, exiliado en Madrid, por qué respetaba tanto literariamente a Lezama, pese a que habían tomado caminos divergentes en el campo poético —la poesía de Gastón era directa y transparente—, me miró fijamente y me dijo, con toda certidumbre: “Porque un día las enciclopedias dirán que Fidel Castro era un dictadorzuelo menor en la era de Lezama Lima”. Su devoción por el poeta creador del grupo Orígenes era total y auténtica.

“Paradiso” redivivo. ¿Ya ha comenzado la era de Lezama Lima? Tal vez. No solo se ha estrenado el documental con vocación de óscar, sino también se ha reeditado su novela Paradiso, un monumento barroco de 600 páginas, eliminando numerosos errores de la descuidada edición original de Cuba de 1966.

No soy un fanático de la literatura barroca, pero entiendo que otros lo sean. Por ejemplo, a Julio Cortázar y Octavio Paz les fascinaba ese mundillo laberíntico de formas alambicadas, vocabulario sorprendente y alusiones literarias e históricas cultísimas e inesperadas.

Sin embargo, Paradiso no ha llamado la atención de muchos lectores cubanos (y no cubanos) por sus virtudes barrocas, sino por su capítulo ocho, el texto homoerótico que hablaba del homosexualismo sin tapujos, lo que provocó una agresiva reacción de la cúpula revolucionaria, especialmente de Fidel, Raúl y Ramiro Valdés —el Che Guevara, el otro gran homófobo, ya se había marchado de Cuba—, al extremo de que en la Isla se comenzó a hablar de “machismo-leninismo”.

Llamarle al ano “círculo de cobre” y explicar que “la configuración fálica de Farraluque (personaje de la ficción inspirado en un señor de carne y hueso) era en extremo propicia a esa penetración retrospectiva” era más de lo que la escasa sensibilidad de aquellos barbudos feroces podía tolerar.

Trato inhumano. Era la época de las UMAP (Unidades Militares de Ayuda a la Producción, 1965-1968). Se trataba de la era de encerrar a los varones homosexuales en campos de concentración para reeducarlos y extirparles a látigo y tentetieso las “costumbres burguesas” de amar o sentirse atraídos por personas de su mismo género.

El inútil castigo se saldó con decenas de suicidios y Conducta impropia, un extraordinario documental realizado por Orlando Jiménez Leal y Néstor Almendros (ganador de un óscar), en el cual algunos de los encerrados en una UMAP contaban con amargura lo que habían sufrido junto a numerosos creyentes religiosos.

Finalmente, la dictadura reconoció el estúpido crimen y disolvió los campos de las UMAP, pero los criminales no fueron castigados, porque incluía a Fidel, Raúl y al resto de la dirigencia, y la revolución siguió siendo “machista-leninista”.

En los años ochenta, continuaron expulsando de sus trabajos o de las universidades a los gais, y los acuaban de “escoria”. Lezama estaba muerto, pero su prestigio literario crecía bajo la hierba.

Hoy, no existe la menor duda: la figura de Fidel se encoge bajo el peso acusatorio de sus propias palabras en las filmotecas, mientras la de Lezama se agiganta. ¿Se cumplirá la profecía de Gastón Baquero?

[©FIRMAS PRESS]

Carlos Alberto Montaner es periodista y escritor. Su libro más reciente es “Sin ir más lejos (Memorias)”.