¿Nueva dama de hierro?

Liz Truss está convencida de tener la receta perfecta para que la economía británica recupere su dinamismo

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Tal y como se esperaba, Liz Truss fue elegida líder por los miembros del Partido Conservador el 5 de setiembre. Como lo exige la tradición, inmediatamente después, la reina la nombró en el cargo de primera ministra, le encargó la tarea de formar gabinete y la convirtió en la decimoquinta y última persona jefa de Gobierno del reinado de Isabel II.

Es la tercera primera ministra de la historia, dato curioso, pues solo mujeres conservadoras han ejercido esta posición.

Ella se graduó de la carrera de Filosofía, Ciencias Políticas y Economía en la Universidad de Oxford, y en sus años mozos fue antimonárquica, dirigente juvenil a escala nacional del Partido Liberal Democrático, de centro izquierda, muy liberal en cuestiones de moral social y relativamente moderado en política económica.

Su adhesión al Partido Conservador tuvo lugar apenas en 1996, pero su conversión acerca del conservadurismo es radical. Su ideología aparece claramente expuesta en el libro Britannia Unchained: Global Lessons for Growth and Prosperity, publicado en el 2012, del cual es coautora con su actual ministro de Finanzas, Kwasi Kwarteng. En él, los autores argumentan que ha sido el estado benefactor el responsable del declive del Reino Unido.

La nueva primera ministra es básicamente una desconocida del público británico. Ha sido diputada de Norfolk desde el 2010, pequeña circunscripción del este de Inglaterra, pero su carrera política se ha desarrollado en el Ejecutivo.

Es hábil políticamente. Fue ministra en los últimos tres gobiernos conservadores: de Medio Ambiente en el de David Cameron; Justicia, en el de Teresa May; Comercio Internacional y Relaciones Exteriores, en el de Boris Johnson.

Ahora le toca la tarea de terminar la legislatura iniciada por Johnson y enfrentar el reto de conseguir que el electorado británico mantenga a los conservadores en el poder en las elecciones de enero del 2025. Es un gran desafío.

Líneas de acción

Durante la campaña y en los primeros días de su gestión, la primera ministra ha proyectado una imagen de persona con ideas muy claras sobre lo que es necesario hacer para que el Reino Unido recupere su posición de gran potencia en el concierto de naciones.

Está convencida de tener la receta perfecta para que la economía británica recupere su dinamismo. En el más puro espíritu thatcheriano, cree firmemente en las bondades del mercado, desconfía profundamente del Estado, aboga por reducir impuestos y liberar la economía de todo tipo de regulaciones medioambientales, de salud ocupacional y, obviamente, europeas.

No le teme ni a la desigualdad social, ni al endeudamiento público a corto plazo. De acuerdo con sus premisas, el crecimiento económico beneficiará a todos en última instancia y permitirá reducir la deuda pública a mediano plazo.

Paradójicamente, en una de sus primeras declaraciones comunicó su decisión de congelar los precios del gas y la electricidad, lo que se calcula le costará al Tesoro británico unos 115.000 millones de libras esterlinas solo el año que viene. Será la intervención estatal más cuantiosa en la economía de las últimas décadas. Lo que no deja de resultar sorprendente, dada la profesada ideología neoliberal de la primera ministra.

En política exterior, es una gran defensora del brexit. No huye a la confrontación ni con sus aliados más cercanos, como Estados Unidos, ni con sus mercados más importantes, como la Unión Europea o China.

Entre sus planes está retirarse de la Convención Europea de Derechos Humanos de 1950, uno de los instrumentos internacionales de protección de derechos humanos más antiguos que existen. En materia migratoria, piensa mantener la política de deportación de potenciales refugiados a Ruanda, a causa de la cual las demandas de asilo son procesadas en el país africano de acuerdo con sus leyes no en el Reino Unido.

Dos años cruciales

La apuesta de la nueva dama de hierro es mayúscula. El país atraviesa una crisis económica sin precedentes en este siglo: inflación galopante, precios astronómicos de la energía, crecimiento económico casi nulo, devaluación de la moneda, servicios públicos desfinanciados, en particular, el otrora afamado servicio nacional de salud.

Truss tiene dos años para demostrar a los británicos que los lleva por el buen camino. Ahora bien, parte de una situación política de debilidad relativa. Asume el cargo de primera ministra con el 57% de los votos conservadores, lo cual constituye un mandato confortable; sin embargo, está lejos de ser contundente, tanto más porque no cuenta con el apoyo mayoritario de los parlamentarios, lo que debilita aún más su posición.

ceguizab@icloud.com

La autora es politóloga, exembajadora de Costa Rica en Italia.