Nuestra Señora

El autor examina el tránsito entre la antigua práctica de exponer sobre una tarima a los niños abandonados y los buzones existentes hoy en algunos países para el depósito anónimo de niños no deseados

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Releí Nuestra Señora de París, novela que Victor Hugo publicó en 1831. Lo hice motivado por otra lectura, Notre Dame, libro que Ken Follett dedicó al incendio de la catedral, acaecido, como se recordará, en abril del 2019.

Follett relata las circunstancias en que Victor Hugo escribió su obra, apremiado por su editor: se compró un tintero y un chal que lo cubría de pies a cabeza, guardó sus ropas de vestir para no ser tentado a salir a la calle y se encerró en su novela como en una cárcel. Al cabo de cuatro meses y medio, la tarea estaba concluida.

La primera vez que leí esta novela, que se remonta a 1482, la ciudad, la catedral y los acontecimientos, que son archisabidos, estaban muy lejos de todo cuanto yo podía imaginar: a principios de los años sesenta, mi experiencia se limitaba a la vida en un pueblo pequeño que se expandía alrededor de una iglesia modesta, que me parecía superlativamente grande.

¿Cómo descifrar la extravagancia de los hechos y situar las enormes magnitudes en el pacífico contexto en que yo vivía? Lo que percibía entonces es ahora una incógnita para mí.

El caso es que en esta relectura reparé en que por la época de la narración era costumbre que en aquella iglesia se expusiera a la caridad pública, sobre una tarima de madera, a los niños abandonados.

La tarima se empotraba en el atrio y delante de ella había un recipiente de cobre para las limosnas. De allí, dice el autor, las cogía quien quería. Según he sabido después, estas prácticas eran comunes en tiempos medievales, se empleaban con este fin barriles cilíndricos al lado de hospitales, iglesias y orfanatos.

Supuse que hoy esta práctica se miraría mal. Sin embargo, coincidiendo con la lectura, vi en la prensa internacional informaciones sobre el uso que en varios países se hace de buzones para el depósito anónimo de niños no deseados.

En cierto lugar, los buzones, si se abre la puerta, tienen dimensión suficiente para un paquete mediano: cuando un niño es depositado, se dispara una alarma que alerta a los servicios de emergencia y permite que el niño sea recogido en cinco minutos; están dotados de reguladores de temperatura y sensores.

El sistema, ¿cómo se liga con la percepción del aborto?

carguedasr@dpilegal.com

Carlos Arguedas Ramírez fue asesor de la presidencia (1986-1990), magistrado de la Sala Constitucional (1992-2004), diputado (2014-2018) y presidente de la Comisión de Asuntos de Constitucionalidad de la Asamblea Legislativa (2015-2018). Es consultor de organismos internacionales y socio del bufete DPIlegal.