Nostálgica despedida de China

Viajé a China con mente abierta y corazón airoso

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Viajé a China con mente abierta y corazón airoso. Era una ocasión de regocijo porque esta cultura milenaria siempre ha sido de enorme inspiración para mí. Después de un tiempo de prudencial asimilación, me siento obligada a compartir mis experiencias con el gran número de lectores que me manifestaron interés. El reto es grande porque es mucho el contraste de una civilización hidráulica, donde prima lo comunitario y no lo individual. Es un cambio de paradigma frente a los valores que se nos inculcan en Occidente.

Mi visita se inició en Shanghái, ciudad que a primera hora de la mañana me maravilló. En la calle peatonal de Naijing, su población de mayor edad practica el taichí; las abuelas, la danza de abanicos; y, sin perder el niño interior, los abuelos veían alzar el vuelo de papalotes, en The Bund. Me encantó que mi primera experiencia en China fuera la vida cotidiana de una ciudad enorme pero que logra construir espacios colectivos íntimos y satisfactorios para sus ciudadanos de oro.

Viví en Pekín donde hice las tres cosas de rigor: admirar la Gran Muralla, encandilarme ante su Ciudad Prohibida y comer pato a la pekinesa. Hay que agregar la obligada visita de pandas y exquisitos parques. Sus gloriosos detalles arquitectónicos combinan modernidad con maravillosas reliquias de dinastías pasadas, ejemplo vivo de la continuidad de una civilización que, siendo la misma, se transforma y progresa cada día. Fue una reflexión enriquecedora el ver cómo, desde el pasado de sus tradiciones, este país conquista un futuro compartido con el mundo.

En Shaanxi, la milenaria ciudad de Xi’an que me dejó impactada. Sus legendarios guerreros de terracota son testigos mudos de glorias pasadas. Su muralla fue un recordatorio de mundos llenos de amenazas que nuestra generación tiene la responsabilidad de superar. Pero ahí estaban también, hoy y ayer, las hermosas montañas de la agreste provincia de Shaanxi cobijando a sus hijos desde toda la historia. Y en Zhejiang, Hangzhou es la citta celeste piu bella del mondo, citando a Marco Polo.

China es paradigma de nuestros tiempos, como meca cultural que une el siglo XXI con los orígenes mismos de la civilización. ¿Cómo describir este encuentro del futuro con el pasado? En una ya nostálgica despedida, con sincero asombro y profunda admiración.

vgovaere@gmail.com

Velia Govaere, exviceministra de Economía, es catedrática de la UNED y especialista en Comercio Internacional con amplia experiencia en Centroamérica y el Caribe. Ha escrito tres libros sobre derecho comercial internacional y tratados de libre comercio. El más reciente se titula “Hegemonía de un modelo contradictorio en Costa Rica: procesos e impactos discordantes de los TLC”.