Naturaleza del malestar

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¿Qué expresa el malestar ciudadano que arrastramos con claridad desde inicios del presente siglo? ¿Fatiga con la democracia como sistema de Gobierno o mero descontento con la incapacidad de quienes nos gobiernan?

Lo primero sería una torta. Detrás del descontento, habría una pérdida de apoyo al régimen de libertades públicas, al sistema electoral, al Estado de derecho y al pluralismo como fundamento de nuestra convivencia.

En esas circunstancias habría caldo de cultivo para una demanda ciudadana por un nuevo sistema político. O sea, ¡adiós a la democracia representativa y que venga lo que siga!

Si el descontento se limitara a malas evaluaciones sobre el desempeño de los gobiernos y los partidos políticos, pero la fe en la democracia como sistema político estuviera más o menos intacta, entonces, el reclamo sería por la baja calidad de esa democracia y la demanda principal iría por el lado de ejecutar reformas para mejorarla.

¿Cuál es, entonces, el escenario en el que andamos hoy en Costa Rica: el primero o el segundo? Antes que me digan nada, reconozco que el malestar ciudadano puede expresar algo de pérdida de fe en la democracia y otro tanto de malestar con los gobiernos. Sin embargo, esta solución salomónica deja sin responder la cuestión primordial: hay de las dos, pero ¿cuál predomina hoy?

Los datos disponibles apuntan a que en nuestro país la mayoría de las personas apoyan la democracia como mejor sistema de Gobierno y aún creen en la promesa de que, sin ejército, tiene la capacidad para elevar el bienestar de las personas. La gente está crecientemente cabreada por la incapacidad de los políticos y las instituciones públicas; se ha resfriado, pero aún sigue creyendo en el sistema.

Ahora bien, los análisis apuntan a que los malos desempeños de los gobiernos e instituciones terminan, al cabo del tiempo, por minar los fundamentos de la democracia.

Y en esas estamos precisamente. En ese sentido, nuestra situación se acerca a lo que está ocurriendo en varios países de Europa y América: hay una fatiga ciudadana, pues las democracias están prohijando sociedades cada vez más desiguales. Muchos consideran que en la rifa siempre ganan los mismos y pierde la mayoría.

¿Qué hacer? Prevenir: es mejor impulsar desde ya reformas políticas que hagan más representativo y participativo nuestro sistema, que eleven la calidad de los servicios públicos y permitan mayor escrutinio de los asuntos públicos. Y, sobre todo, que actúen sobre las oportunidades de la gente para vivir una vida digna y decente.

Jorge Vargas Cullell es gestor de investigación y colabora como investigador en las áreas de democracia y sistemas políticos. Es Ph.D. en Ciencias Políticas y máster en Resolución alternativa de conflictos por la Universidad de Notre Dame (EE. UU.) y licenciado en Sociología por la Universidad de Costa Rica.