Morir en Eritrea

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Eritrea, un pequeño país del Cuerno de África, se ha convertido en un catálogo de horrores. Para sus 3,6 millones de habitantes, además de quienes se aventuren a cruzar sus fronteras, Eritrea es una espeluznante prisión militar de la que nadie sale vivo. Su presidente, Isaías Afwerki, tomó el poder en 1991 y ahí continúa. ¿Elecciones, para qué?

Cada militar es un esclavo de sus superiores y a su vez amo de quienes crucen su camino. Las cárceles están llenas de detenidos por razones que no se conocen como tampoco sus nombres. Además, cada interno se convierte en esclavo del uniformado que lo envió a la cárcel.

¿Que pasará por la mente de un caminante común cuya suerte es un cuadro en blanco? Los uniformados, incluso los de bajísimo rango, tienen derecho soberano de exigir en el acto, por bien o por la fuerza, relaciones sexuales con toda mujer u hombre que se les antoje.

Con este trasfondo, nadie podría negar que la libertad es la dignidad que reina suprema en los corazones de quienes osan fugarse del país, muchas veces con miembros de su familia, lanzándose al mar en botecitos frágiles y desprotegidos.

Estos y muchísimos otros detalles y aspectos del reino del terror que domina en Eritrea están contenidos en el informe de una comisión de la ONU dado a conocer hace una semana en Nueva York.

Como era de esperar, el documento de la ONU ha levantado un polvorín en la opinión pública al punto que ya circulan toda suerte de peticiones. La más sencilla a la fecha consiste en deponer al presidente de Eritrea y mandarlo a prisión o, mejor aún, al cadalso.

Para su informe, la Comisión entrevistó, entre otros, a centenares de testigos. La petitoria de la comisión urge remitir el caso a la Corte Penal Internacional. Es el resultado lógico y debido del informe que, sin duda, se nutre también de la doctrina de los derechos humanos.

No debería, entonces, extrañar el incidente militar en la frontera entre Eritrea y Etiopía que arrancó horas después de emitido el informe de la ONU.

El mañoso déspota de Eritrea sería capaz de maquinar hasta choques fronterizos que conduzcan a la movilización de tropas y artillería.

Para saciar su apetito por reafirmar su autoridad plena, todo se vale, incluso derramar la sangre inocente de sus súbditos y de los vecinos. Morir en Eritrea es cosa seria.