Miseria en los semáforos

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Rostros demacrados, propios de la pobreza, el alcoholismo y las drogas, han tomado los principales cruces de calles de San José para rogar que les den limosnas, en medio del ruido, las emanaciones de humo y los embotellamientos.

La luz verde de los semáforos es su enemiga. La roja es su aliada cada vez que aparece para detener la caravana de vehículos. En esos 30 segundos de paralización, se pasean de ventana en ventana con su mano extendida e idéntica consigna: "Regáleme alguito."

Algunos de estos mendigos, que cambian una "limpieza" del parabrisas por unas monedas, ya están preparados para aceptar un rotundo "no", una mirada despectiva e, incluso, ni siquiera una mirada. Esto es parte de su oficio. Otros, sin embargo, no soportan ninguno de estos gestos y se llenan de agresividad.

Su cólera los lleva a decir algún insulto, a dar un golpecillo al carro o hasta escupir a ese que, sentado frente al volante, se niega a ayudarles. Eso es cosa de todos los días, para ellos y para los conductores obligados a pasar por cruces con semáforo tomados por uno o varios mendigos.

A muchos automovilistas ya ni les preguntan si les limpian o no el parabrisas. Proceden sin consulta con un trapo mugroso, que deja una estela de grasa difícil de borrar. Acabada la labor, reclaman su "pago".

Y los conductores ya tienen -o tenemos- una forma de reaccionar: apenas los divisamos -a los reconocidos agresores- procuramos evadirlos. Ya los tenemos detectados y tratamos de llegar al cruce justo en el momento en que aparece la luz verde. Otros, más arriesgados, irrespetan el semáforo con tal de no verlos. Y algunos, cuando los tienen al lado, mueven el carro hacia adelante o hacia atrás, en el pequeño espacio que les queda.

Todo esto para evitarse -o evitarnos- la molestia de enfrentar estos rostros de la miseria, que con una pocas monedas terminan su jornada con lo mismo: un poco de droga o de alcohol, y el resto para algún alimento.