Militar de la democracia

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Casualidad, ironía del destino... ¡vaya usted a saber!

A finales de este año, cuando España (y también quienes están allende sus fronteras) recuerda los 20 años de la muerte de Franco y el inicio de la transición de la dictadura a la democracia, uno de los pilares de ese ejemplar proceso ha muerto en un accidente vial.

El capitán general Manuel Gutiérrez Mellado es uno de esos hombres que nunca muere, cuya actuación y conducta se impregnan en la Historia. Por eso, quienes defienden la democracia -pese a las imperfecciones- resienten la pérdida de un gran combatiente, de un militar que supo comprender el advenimiento de nuevos tiempos y la voluntad de un pueblo que ya no quería más autoritarismo.

La España de hoy debe mucho a cuatro personajes que tuvieron coraje, sapiencia y tacto para desmantelar las estructuras del viejo régimen y colocar los cimientos del nuevo. Ellos son el rey Juan Carlos, el entonces presidente del Gobierno, Adolfo Suárez; su vicepresidente, Manuel Gutiérrez Mellado, y el titular de las Cortes, Torcuato Fernández Miranda.

El papel de Gutiérrez fue encomiable pues se convirtió en el tapón para frenar, desde el ejército, cualquier tentativa involucionista, lo cual le costó animadversión y recelo entre los militares que soñaban con el continuismo franquista.

Su convicción democrática -por si alguno tenía duda- quedó reafirmada en aquella aciaga jornada del 23 de febrero de 1981, cuando Tejero y su soldadesca entraron al Congreso de los Diputados para intentar un golpe de Estado. Allí, adentro, los enfrentó cara a cara y nunca acató la orden de sentarse.

El "militar de la democracia", como lo llamó ayer El Periódico, de Barcelona, se ha ido. Su pueblo ahora le rinde honores. Gutiérrez será recordado como Suárez dice que le hubiese gustado: como "un gran soldado, leal a España, al Rey y a la democracia".