Matemáticas financieras desde la escuela

Una forma de reducir las probabilidades de tomar malas decisiones respecto al manejo del dinero sería que las matemáticas financieras fueran parte de los contenidos escolares

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Una enorme oferta de productos financieros legales y de los otros nos inunda de información que, no pocas veces, nos excede, confunde y, finalmente, conduce a tomar malas decisiones; algunas que podrían lamentarse de por vida.

Cuando el dinero es gestionado por medios oficiales y legales, las consecuencias quizás sean únicamente pecuniarias, pero cuando se negocia por las rutas ilegales, hasta la misma vida corre peligro.

Una forma de por lo menos reducir las probabilidades de tomar malas decisiones respecto al manejo del dinero sería que las matemáticas financieras fueran parte de los contenidos de los cursos de matemática desde la escuela, y reforzar los conocimientos en el colegio.

Incluso, por qué no, que la materia se incorpore a la malla curricular o, como mínimo, sea opcional en la mayoría de las carreras técnicas, universitarias y parauniversitarias.

De muy poco vale incentivar el emprendimiento en los futuros profesionales si no se les forma en aspectos tan básicos como qué es un préstamo bancario y cómo lidiar con él desde que se solicita hasta que se paga. Esto, por mencionar lo más básico.

Se puede empezar en la escuela con clases tan sencillas —aunque cruciales para un niño— como la administración del dinero del día o de la semana. Se le puede enseñar que si desea comprar cosas en cada recreo no puede gastarlo todo en uno solo, o que si desea algo que venden en la soda y su valor excede el dinero de un día, debe ahorrar.

Hábitos económicos

Con este entrenamiento tan sencillo y consuetudinario es posible enseñar múltiples conceptos económicos y de finanzas básicas, realizar ejercicios de matemática aplicada, además de valores, actitudes y sanas prácticas para la vida.

Muy mala lección recibiría el niño si dice “quiero X cosa, pero no me alcanza”, y sus padres o responsables enseguida le dan el dinero para que satisfaga su deseo, cuando no capricho. Situaciones como estas, con un grado creciente de dificultad, se van incorporando en cada año escolar.

Un colegial o universitario que recibe una cantidad de dinero a la semana o al mes debería aprender a administrarla, de modo que le alcance para sus necesidades básicas de cada día, y, si desea algo en particular, como un celular nuevo, tiene que ahorrar hasta acumular el monto suficiente.

Prorratear, fijar plazos, establecer prioridades, hacer planes con base en objetivos y metas fijas y reconocer el valor del dinero, del trabajo y del esfuerzo serán aprendizajes que quedarán fijados en la vida del joven.

Si desea iniciar un noviazgo, debería aprender que la situación conlleva una responsabilidad económica que afectará sus finanzas, de modo que será una oportunidad para aprender a replantear, modificar presupuestos y establecer plazos y estrategias. Interesante sería si, desde antes, se contempla esta situación como parte de los “imprevistos”.

Quizás estoy desfasado, porque ahora no se da dinero en efectivo a los muchachos, sino tarjetas. Con mucha más razón, debe formarse en todo lo relativo a la administración del crédito.

Un ejercicio interesante que ofrece la tarjeta de crédito junto con la mesada es entender que la segunda sirve para saldar la primera. Así, los jóvenes aprenderían a administrar la tarjeta para lo diario y el salario en el futuro.

Conocerían sobre qué es una tasa de interés, el pago mínimo, el pago de contado, la fecha de corte, el seguro de la tarjeta (tipo y monto), el cashback o la tasa cero, entre otros asuntos relevantes. Así, a la matemática aplicada se le agrega valor con competencias blandas.

De lo micro a lo macro

Está claro que la gran mayoría de las personas requerimos intermediarios financieros para que resguarden y maximicen nuestro capital, así como para solicitarles los préstamos que nos permitan comprar bienes o servicios de diversa índole.

Difícilmente, sin un crédito, se tendrá una vivienda, un vehículo o un negocio. En ese escenario, conocer lo relacionado con las condiciones de los créditos es más que fundamental: cuál intermediario elegir, qué moneda, qué plazo, cuál tasa de interés, la relación plazo-tasa, el manejo de los requisitos, consecuencias del impago, primas, seguros asociados al crédito, amortizaciones, penalidades por pronto pago, etc.

Si, por ejemplo, la meta es una vivienda cuyo costo promedio ronda los $180.000, el cálculo de la prima que se deberá pagar, cuánto debe aportar de fondos propios y cuánto financia el intermediario —y en qué condiciones—, lo mismo que con el resto del dinero del crédito, será un ejercicio obligatorio de alto grado de conocimiento y meticulosidad, si no se quieren ver tiradas por el caño las esperanzas y la inversión de una vida.

Con mucha más razón, el conocimiento financiero se aplica a los negocios, porque los sueños implican a muchas más personas que se beneficiarían —o perderían— de forma directa e indirecta.

No se trata de conocer cómo se fija la tasa de política monetaria del Banco Central y qué repercusiones tiene en las tasas de interés del dinero ahorrado o en los créditos. Sin embargo, no estaría de más que sea un elemento para ponerle atención, de manera que, en el momento de cambios, se solicite al intermediario una actualización sobre cómo quedan las inversiones o las deudas.

Como ven, no es poca cosa de lo que se trata esto que considero una necesidad que trasciende la urgencia. Indudablemente, la salud integral y económica del país se basa en una administración responsable y consciente del dinero. Educación, economía y salud unidas en un mismo eje transversal a lo largo de todo el proceso educativo.

juan.romero.zuniga@una.ac.cr

El autor es profesor de Epidemiología en la UNA desde hace 20 años. Ha publicado unos 140 artículos científicos en revistas especializadas.