Más allá de la familia tradicional

¿Cómo pueden el papa Francisco y el gran imán de al-Azhar estar de acuerdo sobre la decadencia de la familia si los musulmanes tienen más de una esposa?

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

MELBOURNE Y VARSOVIA – El mes pasado, el papa Francisco viajó a Abu Dabi, donde se reunió con Ahmed el Tayeb, el gran imán de al-Azhar (la Universidad de al-Azhar es la institución sunita líder para el estudio de la ley islámica). Los dos líderes religiosos firmaron un "Documento sobre la fraternidad humana por la paz mundial y la convivencia común”, e instaron a sus firmantes, así como a los líderes mundiales, a propagar la tolerancia y la paz y terminar con "la decadencia moral y cultural que el mundo vive actualmente”.

Un aspecto de la supuesta decadencia moral y cultural tiene que ver con la familia: “Atacar la institución familiar, despreciándola o dudando de la importancia de su rol”, declaran el papa y el gran islam, “es uno de los males más peligrosos de nuestra época”. El documento asegura que la familia es el “núcleo fundamental de la sociedad y de la humanidad” y “es esencial para engendrar hijos, criarlos, educarlos y ofrecerles una moral sólida y la protección familiar”.

Su ansiedad es entendible: en muchos países, la familia tradicional, que consiste en una pareja casada heterosexual y sus hijos, se está volviendo menos dominante. Ahora bien, ¿es algo realmente malo?

Las Naciones Unidas predicen que la población del mundo superará los 11.000 millones de personas a fin de siglo. El crecimiento más rápido ocurrirá en algunos de los países más pobres del mundo. En esas circunstancias, si algunas personas eligen no traer hijos al mundo, no deberían ser menospreciadas.

La proporción de personas legalmente casadas está cayendo en algunas regiones, por una diversidad de razones. En tanto el estigma alguna vez vinculado a “vivir en el pecado” se desvanece, muchas parejas ven pocos motivos para casarse, tengan hijos o no. En algunos países, las dificultades legales y los costos asociados al divorcio son un factor de disuasión del matrimonio.

Estas parejas, por supuesto, pueden formar familias que son tan fuertes como las integradas por aquellas que han pasado por una ceremonia de matrimonio legal. De la misma manera, las familias “ensambladas” o “reconstituidas” que juntan hijos de relaciones anteriores pueden ofrecer todo lo mismo que una familia tradicional. En muchos países, las parejas del mismo sexo ahora pueden casarse y formar familias, aunque tanto Francisco como el-Tayeb se oponen a ello y, presumiblemente, no consideren que les ofrezcan a sus hijos “una formación moral sólida”. La tendencia entre las mujeres solteras a tener hijos, muchas veces utilizando inseminación artificial o fertilización in vitro, sin duda también perturba a los partidarios de la familia tradicional.

Sin embargo, quizás el cambio más grande sea el creciente número de personas que eligen no casarse. En Estados Unidos, el 45 % de los adultos están divorciados, son viudos o nunca estuvieron casados. En algunos lugares, como la ciudad de Nueva York, la mayoría de la gente es soltera.

Contrario al estereotipo de que la gente soltera es solitaria y desdichada, la investigación demuestra que la gente soltera, en realidad, tiene una red más amplia de amigos y conocidos que la gente casada. Los solteros hacen más por la comunidad y por los demás, y es más probable que ayuden a sus padres, hermanos o vecinos que la gente casada.

Eso no debería sorprender, realmente. Las parejas casadas probablemente antepongan a su cónyuge, al menos hasta tener hijos, y luego los hijos por lo general pasan a ser la prioridad. La tendencia a ocuparse de un círculo mayor que la propia familia es, diríamos, éticamente preferible, en especial en las sociedades ricas, donde otros miembros de la familia probablemente estén mucho mejor que los conocidos más distantes en países de bajos ingresos. Tanto la Biblia como el Corán reconocen esta visión más universal como éticamente superior.

No estamos negando que haya un gran valor en dividir a la sociedad en pequeñas unidades en las que los adultos tienen una responsabilidad específica por los hijos que viven con ellos. Esto está en armonía con nuestros sentimientos instintivos evolucionados, que podemos observar también en otros mamíferos sociales. Acuerdos alternativos, como la crianza colectiva de niños en un kibutz israelí, no han sido exitosos, aunque experimentos informales de copaternalidad, en los que grupos de adultos crían juntos a los hijos de algunos de ellos, parecen estar propagándose.

Una familia que funciona bien ofrece un entorno más afectuoso y más estable para los hijos que cualquier otro modelo diseñado hasta el momento, pero eso no significa que deba basarse en un matrimonio tradicional. En verdad, a pesar del aparente acuerdo del papa y del gran islam sobre la importancia de la familia, las tradiciones cristianas y musulmanas tienen diferentes concepciones de lo que es una familia –los musulmanes les permiten a los hombres tener más de una esposa–. Si, a pesar de estas diferencias, Francisco y el-Tayeb están dispuestos a aceptar el respaldo mutuo de “la familia”, también deberían poder aceptar otros modelos, siempre que no haya ninguna evidencia sólida de que son perjudiciales para los involucrados, incluidos los hijos.

Es curioso que un “Documento sobre la fraternidad humana por la paz mundial y la convivencia común” deba asegurar que dudar de la importancia de la familia es uno de los males más peligrosos de nuestra época. Desde una perspectiva global, no sirve de nada limitarnos a estas unidades pequeñas. El turismo e Internet están permitiendo nuevas amistades más allá del hogar y más allá de las fronteras de nuestros países. Si realmente nos preocupa la “fraternidad humana”, entonces deberíamos poner más énfasis en construir relaciones repartidas por el mundo, en lugar de condenar a quienes ven a la familia tradicional como excesivamente restrictiva.

Peter Singer; es profesor de Bioética en la Universidad de Princeton, profesor laureado en la Universidad de Melbourne y fundador de la organización sin fines de lucro The Life You Can Save. Sus libros incluyen “Animal Liberation", “Practical Ethics” y “The Most Good You Can Do”.

Agata Sagan: es una investigadora independiente radicada en Varsovia.

© Project Syndicate 1995–2019