Los ránquines del ‘Doing Business’ siempre fueron dudosos

Decir que el escándalo fue desafortunado, pero que la metodología era correcta, no servirá de nada

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A comienzos de este año, el Banco Mundial nos encomendó a mí y a cinco colegas académicos dar recomendaciones sobre cómo mejorar la metodología detrás de su informe anual «Doing Business» (Informe de facilidad para hacer negocios), que calificaba a los países con base en la calidad de sus regulaciones comerciales y su ambiente de negocios en general.

El informe fue un pararrayos de la controversia desde su creación, en el 2003. Si bien generó una cobertura elogiosa en los medios económicos globales, también fue objeto de constantes críticas por su aparente sesgo contra la regulación, los sindicatos y los impuestos.

El 1.° de setiembre presentamos nuestras recomendaciones finales, e instamos a una revisión exhaustiva del índice, que incluía poner fin a la práctica de calificar a los países. Dos semanas más tarde, el Banco Mundial anunció que eliminaba el informe por completo después de que una investigación separada, llevada a cabo por un estudio de abogados externo, concluyó que los datos habían sido manipulados deliberadamente para alterar las calificaciones de algunos países, esencialmente las de China y Arabia Saudita.

Dejando de lado el debate sobre lo que realmente sucedió en el pasado, el fin del «Doing Business» tiene consecuencias significativas. No tenemos dudas de que el mundo necesita una herramienta para medir las condiciones de los países para el desarrollo de los negocios y el atractivo para la inversión extranjera directa, y de que los datos de un proyecto semejante son sumamente relevantes tanto para los investigadores como para los líderes empresariales y gubernamentales.

El Banco Mundial ya manifestó su intención de seguir trabajando en cuestiones vinculadas al clima empresarial, pero para recuperar terreno en este dominio tendrá que superar un profundo déficit de confianza y tomar medidas drásticas para restablecer la confianza de la población en sus datos.

Nuestras ideas sobre cómo enmendar el «Doing Business» podrían servir como criterios mínimos que debería cumplir todo esfuerzo nuevo con ese fin.

Primero, el Banco Mundial no debería crear un nuevo índice para calificar a los países, como lo hacía el «Doing Business». Esos índices agregados son inevitablemente arbitrarios y los ránquines emplean criterios normativos que van mucho más allá de la evidencia disponible. Aun antes del escándalo de manipulación de datos reciente, estaba claro que la metodología detrás de muchos de los indicadores individuales del «Doing Business» tenía que ser revisada.

El problema principal era que el «Doing Business», en realidad, no sondeaba a las empresas o medía los costos del mundo real de hacer negocios para un conjunto representativo de pequeñas y medianas empresas. Por cierto, se apoyaba en criterios subjetivos de un pequeño grupo de expertos, que eran invitados a evaluar los costos de la regulación para una firma hipotética que muchas veces no era representativa en muchos de los países analizados por el Banco. El énfasis en las evaluaciones «de iure» tiene que ser reemplazado por condiciones «de facto».

Quiso la suerte que las diferentes encuestas del Banco Mundial preguntaran periódicamente a los gerentes de las empresas algunas de las mismas preguntas planteadas por el «Doing Business»: sobre el tiempo requerido para registrar una empresa, obtener un permiso de construcción, hacer pasar productos por la aduana y demás.

Resultó ser que las propias respuestas de las empresas no tenían ninguna relación con las de los expertos del «Doing Business». Si hay un sucesor para este, tiene que empezar a partir de datos reales, no hipotéticos.

Un segundo conjunto de cuestiones tiene que ver con suposiciones sobre políticas o regulaciones correctas, implícitas en cualquier ranquin sobre negocios. Para algunos indicadores, como demoras en el registro de una empresa, menos es claramente mejor. Pero para otros, como la tasa de impuesto corporativo, la política óptima es objeto de un caluroso debate académico.

La cuestión impositiva se volvió cada vez más difícil para el informe «Doing Business» en los últimos años. Mientras que 130 países finalizaron planes en este 2021 para una tasa de impuesto corporativo global mínima, el índice siguió alentando una carrera hacia el abismo en materia de tributación corporativa.

Tercero, todo intento serio por medir el clima de negocios de un país debe considerar los esfuerzos gubernamentales por reparar las fallas de mercado y ofrecer bienes públicos esenciales. Pero la amplia visión del Banco Mundial sobre cómo promover un buen clima de negocios, tal como estaba representada en el índice, tenía algunos puntos ciegos graves. Aparentemente, para que el sector privado floreciera, el gobierno necesitaba esencialmente hacerse a un lado.

Esta visión no contemplaba inversiones públicas en infraestructura básica como caminos, redes de telecomunicaciones y redes eléctricas, que son fundamentales para hacer negocios, pero que no aparecían en absoluto en el informe. Tampoco había allí alguna referencia a la prevención de delitos y el orden público, una fuerza laboral calificada o inversiones en investigación y desarrollo.

Finalmente, está la cuestión de la credibilidad de los datos. Una mayor transparencia sería un buen comienzo. Los datos crudos básicos en el «Informe Doing Business» nunca estuvieron disponibles al público, de manera que el análisis no se podía reproducir de manera independiente. Un foco excesivo en los ránquines y la falta de acceso a los datos resultó en un producto que era vulnerable a las presiones políticas y al regateo de datos.

Pero las reglas de transparencia no garantizan que no haya una manipulación deliberada. En definitiva, el Banco Mundial tendrá que convencer a los usuarios de datos de que ha creado un cortafuegos funcional entre su trabajo analítico y sus operaciones de préstamo. Con ese objetivo, el Banco debería abandonar la práctica de vender servicios de asesoría sobre cómo mejorar los resultados en las estadísticas que mide de manera directa.

La desarticulación del «Doing Business» representa para el Banco Mundial una oportunidad de reclamar su liderazgo intelectual en el desarrollo global a través de un renovado compromiso con la recopilación y análisis de datos creíbles.

Decir que el escándalo fue desafortunado, pero que la metodología era correcta, no servirá de nada. Los ránquines del «Doing Business» —que resultan del agregado de índices— siempre fueron dudosos, porque no ofrecían un panorama preciso de las condiciones en el terreno y no permitían inversiones públicas cruciales, impuestos sensatos o regulaciones necesarias.

Todo esfuerzo futuro para evaluar el contexto de negocios en países miembros debe ocuparse de estas falencias.

Mauricio Cárdenas, exministro de Finanzas de Colombia, es profesor de investigación visitante en el Centro de Políticas Energéticas Globales de la Universidad de Columbia.

Este comentario también está firmado por los otros miembros del Panel de Revisión Externa del Doing Business: Laura Alfaro, Alan J. Auerbach, Takatoshi Ito, Şebnem Kalemli-Özcan y Justin Sandefur.

© Project Syndicate 1995–2021