Los huelguistas y el Gobierno

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La huelga magisterial deja al borde del cadalso a varios dirigentes y, cuidado si no, al movimiento sindical.

Además, le sirve en bandeja a un apremiado Gobierno una oportunidad de oro para recobrar credibilidad ante el país, en medio del mar de desaciertos en que lo ha hecho navegar por meses.

Tras fracasar en su estrategia de negociación de las pensiones, un impensado retiro de la mesa de conversaciones y la orden oficial a la Asamblea de aprobar la nueva ley, algunos líderes magisteriales se aferraron al movimiento de fuerza.

De paso, nos parece, a dicha dirigencia se le ocurrió que el respaldo de otros sectores sindicales burócratas iba a socavar aún más las de por sí sensitivas condiciones sociales nacionales.

El particular reclamo de las pensiones y el sectarismo mostrado por algunas de las principales organizaciones gremiales del sector público conspiraron contra el pretendido intento de paralizar el país.

Ante la inminencia del fracaso, la dirigencia va en pos del diálogo, lo que, de nuevo, le permite al Gobierno lucirse. Es difícil visualizar qué se va a negociar, al menos de parte de los dirigentes, en condiciones tan endebles.

La huelga languidece. Los sindicalistas quedan en cuidados intensivos y el Gobierno, de pálida gestión, respira.