Llorar sobre la leche derramada

La forma como el Poder Ejecutivo se ensañó con Cinde debe ponernos sobre aviso de que no hay institución segura en este país

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Dice el refrán que “no hay que llorar sobre la leche derramada”. Pero... bueno, quedan otros importantes picheles llenos de leche y no quisiera que también se derramaran.

El caso de cómo el Poder Ejecutivo se ensañó con Cinde —la mejor agencia de promoción de inversiones del mundo en los últimos cinco años y la mejor de América Latina de manera recurrente— debe ponernos sobre aviso de que no hay institución segura en este país, por lo menos en lo que se refiere a ser víctima de una “intervención forzada” (hostile takeover, en inglés).

Y, antes de que me digan que Cinde puede y va a seguir operando, lo que ha secuestrado este gobierno es una buena parte de la capacidad de mercadear nuestro país, de generar el interés de una gran cantidad de empresas y sectores productivos globales por instalarse en nuestro territorio, de generar empleos de alto valor para los trabajadores costarricenses, de diversificar nuestras exportaciones y mercados de destino, y de seguir atrayendo sectores y empresas de tecnología y conocimiento para seguir impulsando la modernización y expansión de nuestra economía.

Y antes de que también me digan que Procomer y la Cancillería lo van a hacer, quedemos claros de dos cosas: no han podido en el pasado. Solo un 5 % de las empresas que consideraron Costa Rica como destino fueron atraídas por las tan cacareadas “27 oficinas internacionales de Procomer” y nuestros representantes diplomáticos en el extranjero. El otro 95 % lo atrajo Cinde con —en palabras del presidente y su ministro— sus “apenas dos oficinas”. Curioso, según he estudiado, a eso se le llama altísima productividad de Cinde y bajísima productividad de las entidades del Ejecutivo.

El costo de atraer inversiones no va a ser menor si lo hace el Poder Ejecutivo. No habrá ahorros para el país y, si los hubiera, será porque se atrajeron muchas menos inversiones. No habrá ahorro en el gasto público total, pues Procomer es una institución cara de operar, y ni que decir que, apenas se anunció que la Cancillería participaría en el proceso, esta pidió un presupuesto adicional para dedicarse a estas labores.

Y no lo va a haber en términos relativos, pues, en gasto por empleo generado, Cinde ha sido muy eficiente, mientras que lo que ocurra en adelante —además de que está por verse— solo se puede lograr replicando lo que existe y agregándole ese overhead (costos indirectos) gigante que son las grandes estructuras organizacionales de Comex y Procomer.

Otra gran razón que da el gobierno para la ruptura es que Cinde no ha rendido cuentas por los recursos recibidos. Pero eso es simplemente falso, pues yo he tenido en mis manos reportes específicos y memorias anuales en que Cinde rinde cuentas a sus públicos de interés: desde el Poder Ejecutivo y Procomer hasta la Contraloría General de la República, empresas e inversionistas en zonas francas, las empresas en su registro de proveedores, cámaras del sector productivo y a la población en general en docenas de eventos públicos —en muchos de los cuales he participado en la audiencia—, en que sus directivos y funcionarios replican dichos contenidos.

Ahora dicen que es para enfocarse en atraer inversiones para las áreas rurales del país y que Cinde las ha descuidado. Eso tampoco es cierto, como muestra la paulatina pero clara migración de los esfuerzos y logros de Cinde en llevar inversiones extranjeras de valor a Cartago, el Coyol, Grecia, Cañas, Liberia, Orotina… Esto es parte de la estrategia formal de Cinde desde el 2014 y ahora se le han —o quizás había— agregado al portafolio atracciones en infraestructura turística que generarían aún más impacto en zonas rurales y costeras.

Es muy curioso también que algunos de sus principales detractores en el Poder Ejecutivo y sus dependencias hasta hace dos meses se morían por ocupar la dirección ejecutiva de la institución que hoy critican y cuestionan. Entonces, “o me ponen de portero o me llevo la bola”. Debe haber sido aburridísimo mejenguear con estos funcionarios que, o se hacen las cosas como se les ocurre, y con ellos dirigiendo, “o se llevan la bola para que termine el juego”.

Aun si suponemos que los actuales funcionarios tienen la capacidad de cumplir con esta función en los siguientes dos años y once meses, ¿quién nos garantiza que en un siguiente gobierno estas condiciones se mantendrán?

La idea de funcionar con una tríada de instituciones, una pública —Comex—, una mixta —Procomer— y una privada con objetivos de interés nacional —Cinde—, era precisamente blindar nuestra capacidad nacional, la de todo el país en conjunto, de seguir creciendo en acceso a mercados e inversionistas, en exportaciones y destinos de exportación —para eso son las famosas 27 oficinas de Procomer—, y en atracción de inversiones extranjeras de creciente sofisticación productiva, fuentes de empleos de mejor calidad para las diversas regiones del país, nuevos métodos y procesos de producción de creciente tecnología y conocimientos y la promoción de encadenamientos que aseguren un creciente valor agregado nacional…, y eso lo hace —cuando menos hasta el 31 de julio— Cinde, mejor que ninguna otra institución en el mundo.

“Si no está roto, no lo arregle” dice otro refrán popular, y la tríada no estaba rota, sino, todo lo contrario, en un proceso constante de mejora continua y crecimiento en resultados que la ha llevado a ser ejemplo entre sus pares del mundo.

Mi tesis para obtener el grado de doctor en Estrategia y Agroindustria en la Escuela de Negocios de la Universidad de Harvard trata sobre la transición de Costa Rica de un modelo de sustitución de importaciones a uno de promoción y diversificación de las exportaciones en la década de los ochenta del siglo pasado. Y en ella hay una sección entera y larga sobre la labor e importancia de Cinde para lograr un enorme éxito en dicha transición.

Luego, a partir de 1996, se integra la tríada, y me tocó ser parte de los esfuerzos, desde el Centro Latinoamericano para la Competitividad y el Desarrollo Sostenible —y al lado de Cinde y el Comex— para atraer a Intel, que vendría a revolucionar la atracción de inversiones y el desarrollo de las zonas francas de Costa Rica.

A principios de siglo tuve el privilegio de contribuir con la transición de Cinde a atraer inversiones en manufactura avanzada y servicios de valor agregado para exportación. Y en el 2014 me invitaron a colaborar con la planificación estratégica que impulsó, por primera vez, la atracción de inversiones fuera de la GAM, entre otras metas importantes, relacionadas con empleo de mujeres y la atracción de inversiones de creciente contenido científico y tecnológico.

Cuento esto último porque mi análisis del riesgo que está corriendo el gobierno al romper sus acuerdos con Cinde está basado en 40 años de ver el desarrollo institucional en este campo y los frutos que ha rendido. Dicho sea de paso, nunca he cobrado un centavo a Cinde, no soy su proveedor o consultor pagado, sino su admirador y colaborador porque entiendo y valoro lo que hace por el país.

Y por eso doy esta voz de alarma. Lo más probable es que solo sea “llorar sobre la leche derramada”, pero quizás sirva, cuando menos, para que en un futuro gobierno nos acerquemos nuevamente a una aún mejor versión de esta excelente tríada, y se evite que otras valiosas instituciones del país sean atropelladas como lo ha sido —innecesaria e injustificadamente— Cinde.

El Dr. Roberto Artavia es consultor internacional.