La venta del BCR en ruta al fracaso

La venta del Banco de Costa Rica tiene sentido, pero hay fallas que no son menores

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Desde una dimensión fríamente racional, la venta del Banco de Costa Rica tiene sentido. No solo se trata de lo que aportaría para reducir un poco la deuda pública, algo coyuntural. Lo más importante es que, incluso si aceptamos que el Estado debe participar en la banca comercial para promover el desarrollo (algo discutible), bastaría con uno. Además, al aumentar la competencia con la entrada de otro jugador privado de envergadura, es muy posible que la eficiencia del sistema financiero suba y las tasas de intermediación bajen, para beneficio general. Y los riesgos de colusión u oligopolio podrán conjurarse con buena regulación y una “cancha” nivelada para todos los actores.

Sin embargo, la política democrática va más allá de las ideas abstractas, por muy lógicas que sean o parezcan. Al contrario, sin desdeñar lo conceptual, en su ámbito las decisiones se toman, entre otras cosas, a partir de circunstancias, propuestas concretas, detalles, prioridades en pugna, negociaciones para allanarlas y la generación o pérdida de confianza, todo en medio de influencias asimétricas.

Al desdeñar casi todo lo anterior, el proyecto de venta del BCR planteado por el Ejecutivo parece condenado al fracaso en la Asamblea Legislativa. Las nueve objeciones que plantea el PUSC —posible aliado natural de la idea, como el PLP— resumen las principales fallas del texto y del proceso que lo precedió. Por ejemplo, no se discutió antes con las partes interesadas, ni siquiera con el propio banco; no se ha comisionado —ni se plantea hacer— una evaluación externa del valor de venta; no se ha dicho cómo compensar los ingresos que su operación aporta al Ejecutivo y varias instituciones, ni qué hacer con los fideicomisos que maneja o los servicios públicos que ofrece; tampoco, cómo sería la transición laboral. Más inconveniente aún, el proyecto da al Consejo de Gobierno el control del proceso y la decisión final.

Todo lo anterior podría negociarse, reformular la propuesta y alcanzar los 38 votos necesarios para aprobarla. Sin embargo, el Ejecutivo no ha tomado ninguna iniciativa en ese sentido, y la desconfianza impera entre las partes. Si esto no cambia, el qué (la venta) morirá a manos del cómo (su formulación). Resultado: nada cambiará tras la turbulencia. Será una nueva oportunidad perdida.

Correo: radarcostarrica@gmail.com

Twitter: @eduardoulibarr1