El uso de la palabra correcta es un aspecto fundamental de la diplomacia. La palabra comunica posiciones, ideas, solicitudes, negativas, deseos o singularidades.
El uso correcto de la palabra en diplomacia permite establecer propuestas, deshacer entuertos y también abrir horizontes en una negociación.
Para prevenir errores, se encarga a la diplomacia expresar la información correcta, de manera que cause el menor número de vidrios quebrados. La diplomacia está constituida para llevar paz, el entendimiento entre las personas y las naciones, y no para multiplicar enfrentamientos.
Al igual que la construcción de un puente, implica medidas, pesos y observación sobre vientos y fuerza de las aguas en cada metro. En la actividad diplomática, la palabra correcta evita que los puentes colapsen y las relaciones entre naciones caigan, se afecten o resquebrajen.
La palabra mal expresada por profesionales sin conocimiento de diplomacia, que no evalúan lo que afecta una expresión no adecuada puede en un momento dado insultar, desacreditar u ofender a un país, a una autoridad o a una tradición, e incluso a un gobernante determinado.
De tal manera, que la prudencia y su manejo es mejor que se realice por medio de los canales diplomáticos apropiados, pues una buena diplomacia y una redacción adecuada facilitan la resolución de conflictos y que no se agraven más.
La palabra en diplomacia bien utilizada fortalece las relaciones, alcanza acuerdos, levanta puentes, pero si los términos son mal empleados tienen el potencial de resentir a toda una nación.
Generalmente, la mejor palabra diplomática es la que no se dice en público, sino que se mantiene en reserva para ser utilizada entre dos personas.
La mejor diplomacia es la que se manifiesta luego de ser consultada, evaluada y sopesada, pues ella trata de mantener la amistad entre los pueblos y las naciones por siempre, o como mínimo por largos períodos. La buena preparación y consulta causa acuerdos sólidos de paz.
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El autor es diplomático.