La historia no está escrita

La visión de la historia como una cadena de eventos predestinados y el intento de predecir el futuro son falsos

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La historia “vista para atrás” siempre parece como una cadena de acontecimientos firmemente ligados entre sí. Una cosa lleva a otra y hay una explicación del porqué los sucesos ocurrieron de cierta manera y no de otra. Como cuando uno dice “mi mamá me tuvo a mí; mi abuelita a mi mamá...”, y ahí sigue la genealogía directa para arriba.

Esa forma de pensar hace ver al presente como necesario, la culminación de un destino construido a lo largo de mucho tiempo, con algún devaneo y peligro por ahí, pero irrefutable, pues, ¿cuál mejor prueba de la objetividad de la historia que el hecho que estemos aquí? Además, es muy conveniente pensar así porque introduce orden y sentido a un mundo caótico y confuso. Viéndolo en clave costarricense, uno podría decir que los 200 años de vida republicana son un ejemplo de evolución progresiva hacia una sociedad democrática, e identificar a personas y momentos claves.

La tirada con esta visión de la historia es que es falsa. A cada paso, las personas y fuerzas sociales tienen que decidirse por un camino u otro y, a priori, no sabemos cuál será el curso de acción elegido. Es usual que una combinación imprevista de circunstancias, unas bajo control, pero otras no, empujen el barco por un lado cuando lo “esperable” era que se fuera por otro, y que la gente se ofusque y cometa errores de bulto. En fin, la historia no está escrita e, incluso, cuando la escribimos, debemos tener el cuidado de entender que no había nada inevitable.

Precisamente por esto, la capacidad de las personas para pronosticar el futuro es muy baja, como ha podido comprobar la psicología experimental. Pegamos en el blanco más o menos con la frecuencia que lo hace un mono tirando dardos. Feo, pero es así. Ocurre tanto con preguntas concretas al estilo “¿cuál será el tipo de cambio en 24 meses?” o con interrogantes complejas como “¿destruirá el cambio climático a la civilización actual?”, “¿superará la democracia costarricense las amenazas?”.

El asunto no es ser optimista o pesimista con los pronósticos, de ver el vaso medio lleno o vacío. En el pasado siempre podremos encontrar elementos para reforzar una tesis u otra. Pero el pasado no define el futuro y, precisamente por eso, tenemos que ser muy cuidadosos con la herencia que tenemos entre manos, olvidarse de la arrogancia del “yo sé” y hacer lo posible para, en cualquier caso, no jugar con fuego.

vargascullell@icloud.com

El autor es sociólogo, director del Programa Estado de la Nación.