La desaparición del escudo nacional

Las altas autoridades colocan en los documentos de mayor importancia algo parecido a la cabellera de Miguelito, el personaje de Mafalda

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

El escudo de Costa Rica desapareció de la mayoría de los documentos oficiales del gobierno. Desde hace mucho más de un año, dejó de figurar en las comunicaciones rubricadas por el presidente de la República y por otros integrantes del Poder Ejecutivo. No aparece ni siquiera en los más importantes documentos, como son las convocatorias a sesiones extraordinarias de la Asamblea Legislativa. ¡Y todo a cuento de la celebración del segundo centenario de nuestra independencia!

En lugar de estampar este símbolo nacional, como es debido, las más altas autoridades «adornan» los documentos de mayor importancia con algo parecido a la cabellera de Miguelito, el personaje de Mafalda. Y, como si no fuera suficiente, en el mensaje del 1.° de mayo, entre esas hojas de lechuga, agregaron un pajarito, cuya imagen he visto repetirse en otras comunicaciones oficiales.

¿Qué han querido decirnos con esos extraños dibujos? Nadie ha podido explicarme su significado. Las exóticas figuras introducidas y el ave que se les añadió después constituyen un arcano que los historiadores, en el futuro, tratarán de explicar… según creo, infructuosamente.

Nuestro escudo —el verdadero— tiene un significado preciso: cada uno de sus elementos puede ser claramente comprendido. En la escuela aprendimos por qué aparecen en él los volcanes, sobre suelo verde, y las estrellas. Los buques mercantes, según supimos, desde entonces, muestran nuestra apertura comercial al mundo, gracias a los dos océanos que bañan nuestra tierra, y el sol que nace marca la esperanza de un gran futuro para la patria. Y aprendimos a admirar el conjunto, con las leyendas que lo coronan.

Pareciera como si el escudo no representara ya la unidad del país y hubiera dejado de dar testimonio de nuestros ideales como nación, y no fuese en adelante expresión de patriotismo y de una larga trayectoria histórica. Conviene recordarlo: el escudo nacional es un símbolo y no un logo, como los que identifican a tantos productos y servicios que se promueven en una campaña publicitaria para que se compren y se vendan.

¡No es cosa de encomendar a diseñadores profesionales, seguidores de la moda, un sustituto provisional! Al contrario, está en el corazón de nuestro destino colectivo y, cuando aparece como membrete en los documentos públicos, es expresión gráfica de la legitimidad de quien los rubrica.

Quienes tienen derecho a usarlo deberían sentirse orgullosos de poner su firma al amparo de ese emblema que le confiere fuerza a la institucionalidad. En él se da testimonio de la continuidad histórica de Costa Rica, de su persistencia a lo largo de los años, y es signo de nuestra identificación con la patria.

Señores del gobierno: se requiere una rectificación urgente de este error. Ojalá nos restituyan el escudo, cuanto antes, y, gracias a esa decisión, celebremos, más vigorosamente, los dos siglos de vida independiente que alcanzamos este mes.

pachecof@mac.com

El autor es exministro de Educación.