La cultura es el alma de las sociedades

El arte es un antídoto contra la violencia y el narcotráfico, contra la inseguridad ciudadana y la vacuidad de la existencia

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El emblemático director de la Orquesta Filarmónica de Berlín Herbert von Karajan solía motivar a sus músicos diciéndoles que amaran su oficio, porque la vida les permitía hacer algo que millones de personas en el mundo no podían hacer.

En sus palabras, “mucha gente no puede ni siquiera pensar en tocar o escuchar música antes de las seis de la tarde”. Es una lástima, pero tengo que reconocer que muy a menudo me toca formar parte de esa mayoría silenciosa, de esos miles de millones de personas para quienes la música ocurre en las horas de la noche, en el regazo del hogar al que acudimos en busca de descanso.

¡Cuánto desearía que las cosas no fueran así! ¡Cuán maravilloso sería que la música marcara el tempo de cada momento de nuestras vidas! Despertar cada mañana con El Danubio azul de Strauss. Emprender la marcha hacia el trabajo con la obertura de Guillermo Tell de Rossini. En las reuniones, escuchar, como música de fondo, el Concierto no. 3 de Rachmaninov. Redactar documentos al ritmo de la obertura de Las bodas de Fígaro de Mozart, y si hay prisa acelerar la jornada con El vuelo del moscardón de Rimski-Kórsakov.

Volver a la casa agotado, escuchando las notas suaves del Concierto de Aranjuez de Rodrigo, para luego dormir plácidamente con el Claro de Luna de Debussy. Y así hasta el fin del tiempo; hasta morir un día, gloriosamente, con la V sinfoníade Beethoven; o calladamente, con el Nocturno no. 9 de Chopin.

Por mi parte, creo que sería feliz de llegar al final de mis días con la sensación de haber cumplido la tarea, con el corazón satisfecho por haber servido a mi país y a mi pueblo. Me gustaría irme de este mundo tarareando el Nessun Dorma de Turandot de Puccini o el aria de la flor de Carmen de Bizet, sintiendo que tiene sentido la muerte cuando es el epílogo de un largo libretto, lleno de eventos y personajes, cargado de emociones y pensamientos.

Arte como antídoto

Esa sería una vida de privilegio: una vida inundada de música en todos sus rincones. Una sinfonía de ritmo y belleza, de armonía y cadencia. Una vida cuyas crónicas se escriban en pentagramas, y cuyos altos y bajos sean crescendos y diminuendos.

Ese fue el sueño que intentamos perseguir con la creación del Sistema Nacional de la Música, iniciativa de mi segunda administración que prosperó bajo el gran liderazgo de la ministra de Cultura María Elena Carballo, quien con una sonrisa en el rostro construyó un inmenso legado para la cultura costarricense.

Una de las principales características del arte es su intangibilidad. El lienzo y los colores son vehículos para la obra del pintor, pero no son la obra. El pentagrama y el dibujo de las notas son esenciales para la composición musical, pero no son la composición.

La Novena sinfonía de Beethoven es más que las hojas en que está impresa su partitura. Incluso algo tan palpable como el mármol blanco de Carrara, sobre el que Miguel Ángel cinceló al David, no es la escultura, sino la idea que aquel mítico hombre renacentista quiso plasmar sobre una piedra virgen.

El arte es el concepto, la materia es el medio. El arte y la belleza son las formas tangibles que asume el amor a fin de tornarse visible, palpable, o escuchable, en el caso de la música.

Invertir en cultura es, contra lo que muchos creen, un gesto altamente redituable. El arte es un antídoto contra la violencia y el narcotráfico; contra la inseguridad ciudadana y la vacuidad de la existencia; contra miles de enfermedades individuales o sociales y peligrosas patologías colectivas.

El arte es un agente al servicio de la paz, de la cohesión social, es un instrumento educativo incomparable, una infusión de optimismo y un horizonte para soñar. La cultura es justamente ese elemento que permitirá que vivamos nuestra pobreza con dignidad, o que vivamos nuestra riqueza sin vulgaridad.

Es una aliada de la inteligencia, del desarrollo de todas las capacidades cognitivas de la mente humana, y además un remanso de bienaventuranza en medio del frenético ritmo productivo que nos impone la sociedad moderna.

Violencia en colegios

Costa Rica está aquejada hoy por una ola de violencia en extremo peligrosa, vinculada fundamentalmente a las drogas. Con mucha frecuencia los medios de comunicación nos informan de peleas entre muchachos en nuestros colegios, a menudo con un cuchillo en la mano. Estas peleas se han convertido en un ritual, en una especie de espectáculo al que los demás estudiantes asisten en calidad de espectadores pasivos. Esto es sumamente triste y muy serio.

Mi sueño al crear las Escuelas de Música fue mostrar a los jóvenes que cuanto más evolucionemos como sociedad, más evolucionará nuestro arte, y viceversa. Cuantas más personas se congreguen para conformar una orquesta, menos se congregarán para formar una pandilla.

Creo que nuestro país será mejor el día que le demos una oportunidad a una niña de Cieneguita para que pueda cantar con perfección un góspelen su hogar, por más humilde que sea; el día en que un niño de Chacarita pueda pintar un bello atardecer en el paseo de los Turistas, aunque tenga que hacerlo en el tiempo que le sobra después de ayudar en el hogar; el día en que una joven de La Carpio pueda expresar sus emociones al ritmo del hip hop, aunque esas emociones sean a veces difíciles; el día en que un joven de Guararí pueda acompañar su vida con las notas de una guitarra, aunque esa vida tenga notas altas y bajas.

La cultura y el arte son agentes aglutinantes: generan solidaridad, generosidad, misericordia, amabilidad, diálogo fecundo y superación de prejuicios sexistas, racistas, homófobos, xenófobos, misóginos y misándricos. En el acto de hacer música, los seres humanos constituyen un solo haz luminoso que puede serenar y ennoblecer a toda una comunidad. La vida no es concebible sin el arte y la cultura.

Sí, la cultura es ciertamente rentable, pero, aun cuando no lo fuese, estamos en el deber de diseminarla y darle el lugar de preeminencia que tiene en la vida de cualquier nación. ¿Cómo podemos siquiera empezar a soñar con superar las terribles crisis sistémicas que se nos vienen encima sin ese nutriente espiritual que es la cultura y el arte?

¡Ellas serán el combustible que nos permitirá enfrentar los más angustiantes desafíos, ellas son siempre evangelio, buena nueva: una de nuestras más poderosas armas!

El arte tiene un inmenso valor gnoseológico yepistemológico: al igual que la ciencia, busca la verdad, pero lo hace por vías diferentes y con un instrumental distinto.

No es solamente un elemento de “decorado”, ¡es una actividad consustancial con la naturaleza humana! Es uno de nuestros rasgos más nobles, uno de los faros de nuestra historia y un atributo exclusivo de nuestra especie: somos animales que hacemos arte.

Nos fue legado el privilegio de ser instrumento de la expresión renovada de las maravillas que lo no construido alberga en su seno. El artista protagoniza el acto de la creación y se apodera momentáneamente del milagro de la vida, soplando sobre el polvo precioso de su inventiva y dándonos así un bello regalo a la colección de tributos a la existencia que es el arte de todos los tiempos.

oscar@arias.cr

El autor fue presidente de Costa Rica en dos ocasiones (1986-1990 y 2006-2010) y recibió el Premio Nobel de la Paz en 1987.