Jinetes del apocalipsis cultural

La moralidad orienta la conducta de los ciudadanos y da sentido a sus conocimientos

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En mi libro Raíz de miseria, expongo sobre la influencia del coeficiente cultural de las naciones, ya sea en la prosperidad, la ruina o el caos de estas. La prosperidad de una sociedad es el resultado de su cultura, y esta es, a la vez, consecuencia de la vocación moral que orienta la conducta de los ciudadanos y da sentido a sus conocimientos. Es la razón por la cual la cultura es asociada a una espiritualidad con compromiso moral.

La noción de los jinetes es una metáfora de los apocalípticos que, según la tradición, representan la gloria, el hambre, las pestes y la guerra. Pero los jinetes apocalípticos a los que me referiré responden a otras realidades estrictamente culturales.

El primero son las drogas. En su obra sobre la historia de las drogas, el periodista colombiano Leonidas Gómez expone el exponencial crecimiento del consumo a partir de la década de los setenta.

Según el informe del 2022 de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, la moda de legalizar el cannabis aceleró el consumo diario y, con ello, las consecuencias en la salud física y psicológica. En Estados Unidos, especialmente los productos cannábicos potentes entre las personas adultas jóvenes, comienza con la marihuana.

No es necesario recordar que después quedan atrapados en otro tipo de drogas más potentes. El mismo informe indica que en el 2020 hubo un aumento del 26% respecto a la década anterior.

Los jóvenes consumen más drogas y, en muchos países, la cantidad supera a la generación anterior. La directora ejecutiva de la oficina, la egipcia Ghada Waly, declaró que “las cifras de producción e incautación de muchas drogas ilícitas están alcanzando niveles récord”.

El segundo jinete es la doctrina sexual utilitaria, que consiste en la tendencia y práctica de desligar la actividad sexual de su valor moral y espiritual intrínseco. Es la reducción del sexo a simple medio de placer y hacer del ser humano, generalmente la mujer, un objeto de ese fin hedonista.

La doctrina arranca con la revolución sexual de finales de los sesenta, y su más patológica manifestación es la pornografía. En su obra Lo que debes saber sobre la vida, el psiquiatra español Enrique Rojas lo califica de epidemia, que representa, en sus propias palabras, “un nuevo azote mundial, una plaga destructiva e incontrolable”.

Las estadísticas que Rojas cita señalan que buena parte de la educación sexual de niños entre los 10 y 12 años está en manos de la pornografía. En diciembre del 2018, en Google, se contabilizaron unos 2.000 millones de entradas digitales con la palabra pornografía o con la referencia triple X. Ni que decir de los adolescentes y adultos que quedan atrapados en ella. La otra cara de la tragedia es que la educación sexual ofrecida formalmente en el sistema educativo está contaminada por la doctrina sexual utilitaria.

Dictadura de los apetitos

El tercer jinete es el relativismo moral. El relativismo y la devaluación del concepto de lo que la verdad significa representan una tragedia para la cultura, pues los criterios morales sólidos son la base para disfrutar de verdadera libertad.

El individualismo, el consumismo como fin en sí mismo y la tendencia a la permisividad en las sociedades son corrientes que se imponen, y cuando el relativismo moral se entroniza, con él toma carta de poder la dictadura de los apetitos. Sin criterios morales sólidos, es casi imposible ejercer la voluntad, que es la cima del carácter.

Sin voluntad, los objetivos vitales son imposibles, y ni que decir de los ideales, que son la noción cumbre de nuestra existencia, pues no existe posibilidad de que una gran vida culmine sin que esté condicionada a la persecución del ideal en sus diferentes facetas. ¿Cuáles? el máximo ideal cívico, que lleva al heroísmo patriótico; el máximo ideal estético, que forja al gran artista; el máximo ideal espiritual, que conduce a la santidad; el máximo ideal educativo, que lleva al sacrificio de la vocación docente; o sea, el máximo ideal económico-productivo, que lleva a la excelencia en el trabajo o el emprendimiento.

Por el contrario, en el relativismo moral es imposible dar respuesta a las grandes interrogantes de la existencia, indispensable para vivir. Como afirmó Zygmunt Bauman, cuando el relativismo se impone, se derrumban los territorios sólidos o firmes que permiten ofrecer esas respuestas, que tienen todas ellas trasfondo espiritual como regla.

El cuarto jinete es la contracultura del placer, fenómeno decadente que José Manuel Martínez llama la sociedad del entretenimiento y Vargas Llosa, la civilización del espectáculo. En las sociedades cautivas por la contracultura del placer, los valores trascendentes, los que dan sentido a la vida, son sustituidos por un utilitarismo egoísta enfocado en el mero deleite sensual o en la satisfacción de los deseos y los apetitos.

Las personas renuncian a la aspiración de alcanzar un objetivo primordial para la vida y se limitan a complacer a sus sentidos. Cuando se anhela alcanzar un ideal se aspira a lo lejano, mientras una vida centrada en el placer corre en el sentido inverso. Serán vidas vacías sin la capacidad de retardar la gratificación, a cambio de aspirar a lo que es superior.

fzamora@abogados.or.cr

El autor es abogado constitucionalista.