Insectos en ventoleras

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Con las tremendas ventoleras que se han desatado en estos días, pienso que los zancudos y las moscas la deben pasar muy mal. Cuando el chiflón cede, el insecto está cromado en un poste, con un fuerte dolor de jupa por el porrazo, o allá en el océano Pacífico y, ahora sí, para dónde agarra. En cualquier caso, nada tiene que hacer ante esas poderosísimas corrientes más que esquivar lo peor y no salir muy mal del trance.

Si se mira esa realidad como metáfora, creo que describe bien la situación en la que nos encontramos las personas, individualmente consideradas, ante las fuerzas sociales y tecnológicas a escala planetaria que hoy nos arrastran por senderos ignotos. Son fuerzas que están deshaciendo el mundo tal como lo conocemos y moldeando uno nuevo con una celeridad y profundidad que no hubiésemos vaticinado pocos años atrás.

¿Para dónde vamos? ¡Qué difícil es escrutar las consecuencias de las tendencias actuales! Hay una tensión irresuelta entre las inmensas posibilidades que abren las revoluciones tecnológicas en todos los campos y las relaciones jerárquicas, cada vez más desiguales, dentro y entre países. La contradicción: nunca ha habido tanto bienestar material y, al mismo tiempo, tanta acumulación insolente de poder y riqueza como ahora, tanta tecnología y tanta erosión ambiental a la vez.

Zygmunt Bauman, el gran sociólogo polaco recién fallecido, acuñó el término de “modernidad líquida” para describir la fase actual de la globalización en la que son demolidas relaciones, instituciones y, en general, las certezas del mundo previo y hay una “creciente incertidumbre por la precarización de sus vidas instalada (en) un sector cada vez mayor de la población”.

Tenemos la ilusión de que planificamos nuestras vidas; las librerías están repletas de libros sobre los siete pasos para ser feliz. Sin embargo, en rigor, tenemos tanto control sobre nuestro destino como el zancudo en una tormenta veraniega. ¡Qué importante es, entonces, vivir más alertas del aquí y del ahora, con más presencia del momento y de nuestros semejantes, y menos de las elucubraciones del futuro!

Sin embargo, en otro plano, la metáfora del insecto en el ventolero es inexacta. No somos puras víctimas de fuerzas incontrolables, ajenas a nuestra condición. Los que hacen la tecnología y los nuevos oligarcas planetarios son seres humanos y sabemos que su poder no es otorgado ni quitado por una deidad. La acción mancomunada entre muchos puede dar otro sentido a los cambios en marcha y crear realidades distintas en los espacios en los que actuamos.