Influenza aviar es más que una enfermedad en las aves

Es mucho más rentable invertir en prevención ahora que gastar luego en mitigación y recuperación de los sistemas naturales y productivos

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A finales del 2021 la influenza aviar fue detectada por primera vez en este lado del Atlántico, cruzó desde Europa traída por las aves migratorias. Este mismo medio utilizó el virus AH5N1 que causó los brotes de la enfermedad para moverse por las Américas, de norte a sur.

Curiosamente, fue primero diagnosticado en Suramérica, varios meses antes que en Centroamérica, donde fueron notificados casos en aves migratorias en Panamá, Costa Rica y Honduras. Para fortuna de nuestros países, no se ha detectado en aves domésticas; sin embargo, pareciera ser cosa de tiempo para que infecte aves domésticas, especialmente, las existentes en ámbitos caseros de traspatio, con especial riesgo en zonas cercanas a sitios de paso de las aves migratorias.

El virus que causa la influenza aviar ataca sobre todo a las aves, pero también a algunas especies de mamíferos, entre ellos, los humanos; no obstante, las infecciones en personas son en extremo raras, particularmente, el de la AH5N1. El cuadro clínico en personas varía desde un tipo de resfriado hasta neumonía grave y la muerte; de ahí, parte de la enorme relevancia que se le concede a este virus.

La influenza aviar es un claro ejemplo de la relación entre los tres grandes sistemas: ambiente, animales y personas. En este caso, un virus de las aves de ecosistemas silvestres sale de ese ambiente, donde ocasiona algo más que un daño esperable y absorbible, a otros, como el de aves domésticas caseras o comerciales de sistemas de producción masivos donde provocan estragos económicos en su cadena productiva. Pero, además, afectan a otras especies, como la humana, y originan enfermedad y muerte: una zoonosis.

Baja probabilidad

Para tener una tranquilidad parcial, la probabilidad de infección es ínfima, y se circunscribe casi a poblaciones que entran en contacto muy estrecho con aves infectadas, especialmente trabajadores de granjas avícolas o de plantas de sacrificio y transformación de aves.

Aun así, la enfermedad en aves de la cepa AH5N1 circulante es de alta patogenicidad, o sea, causa mucha enfermedad y muerte en las aves, de forma muy rápida, por lo que en sistemas como los nuestros, que son especializados y con control médico veterinario, la exposición de las personas a estas aves es por un tiempo muy corto. Además, hasta hoy, la transmisión de una persona a otra no se documenta, lo que resulta en un tremendo alivio. Sin embargo, quedarnos ahí sería un tremendo error.

El principal problema de esta enfermedad se da en lo económico-comercial y, por ello, las repercusiones de albergar el virus en nuestro país puede acarrear enormes perjuicios en muy diversos ámbitos. No es infrecuente que al verificarse un brote en una granja con decenas de miles —o cientos de miles— de aves se deba sacrificar al total de ellas, sin posibilidad de aprovechar su carne, aunque muchas estén sanas.

Incluso, dependiendo de la magnitud de la circulación del virus, de la presencia de aves migratorias y de las condiciones de bioseguridad de las granjas y de las aves de traspatio, se debe sacrificar a la totalidad de las aves dentro de un área geográfica para evitar el paso a otras áreas. Por si fuera poco, la exportación de productos avícolas se suspende hasta que se den las condiciones que aseguren la inocuidad de los productos que ingresarán en los mercados receptores.

El golpe al sector productivo es inconmensurable debido a la grave afectación a lo largo de la cadena productiva; de ese modo, miles de empleos directos e indirectos se pierden, miles de millones de colones se dejan de percibir en impuestos sobre el valor agregado y renta y otras tantas aportaciones a la seguridad social y a instituciones que apoyan el Estado social de derecho en que vivimos.

Preparar los alimentos adecuadamente

A esas pérdidas directas o indirectas, a consecuencia de la muerte natural o por el sacrificio de miles o millones de aves comerciales para la producción de huevo o de carne de pollo de engorde, o de pollitos en pie, o de la genética que tanto cuesta mejorar, se debe sumar el impacto que tienen este tipo de enfermedades en la opinión de la gente, y esta, a su vez, en el consumo de los productos de esta agroindustria.

No es poca la gente que deja de consumir huevos o carne de pollo por temor a enfermar y, por consiguiente, se condena a la quiebra a una parte significativa de productores, primordialmente, a los más pequeños.

Hay que ser claros, no hay ningún riesgo de enfermar por este virus si los huevos y la carne de las aves se cocina correctamente por encima de los 70 grados Celsius y, como se procede para la prevención de otras tantas enfermedades, se utilizan distintas superficies para preparar los alimentos crudos que luego serán cocidos en el fuego.

Lo que muchas personas no ven es que los productos avícolas, gramo por gramo, ofrecen los precios más competentes en proteína y otros elementos básicos de la dieta. Si no los tenemos a disposición, dependeremos de otros de origen que suelen ser más costosos, o, en un arrinconamiento por la circunstancia, caeremos en la ingestión de sucedáneos, como los embutidos, cuyo consumo debe ser muy restringido. Al final, la salud resulta afectada, pero no por la infección directa del virus.

Esta posible crisis nos llega cuando los precios de los huevos y los productos avícolas en general están muy altos, lo que podría agravarse tanto para quien oferta como para quienes demandamos estos productos. No es menester, entonces, nada más del Senasa y del sector avícola hacer frente a la crisis; no, en lo absoluto. Toda la población debe colaborar en el proceso de prevención de la entrada del virus a los sistemas de producción domésticos (caseros) y masivos de aves, y del impacto en las parvadas silvestres que se podrían ver afectadas en detrimento del patrimonio en fauna y flora a corto, mediano o largo plazo.

El gobierno debe volver sus ojos, como un todo, a este problema, y enfocarse en su atención prioritaria. Un problema más que agregar a los existentes, pero es mucho más rentable invertir ya en prevención que gastar luego en mitigación y recuperación de los sistemas naturales y productivos nacionales. Insisto, la influenza aviar no es solo un problema de las aves y de los que tienen relación directa con ellas; es, a la larga o a la corta, de todos.

juan.romero.zuniga@una.ac.cr

El autor es profesor de Epidemiología en la UNA desde hace 20 años. Ha publicado unos 140 artículos científicos en revistas especializadas.