Idoneidad

El autor señala cinco características que deben poseer quienes aspiran a ocupar una silla en las juntas directivas de los bancos del Estado.

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Idoneidad: palabra mágica enarbolada hoy por todos como una especie de mantra salvador y sanador. Gente idónea es lo que hace falta, sobre todo en las juntas directivas de las instituciones públicas, coinciden legos y expertos.

¿Y cómo y dónde se compra eso? En una fábrica de títulos, dicen algunos. En una cadena detallista donde se consiguen a buen precio unos gramos de prestigio, dicen otros. Para algunas personas es la experiencia; ojalá haber estado sentado en esos sillones un buen tiempito. Otros aducen que la cuestión es la ética. Por dicha todos tenemos muy buen concepto de nosotros mismos y esa esencia es un bien abundante y renovable, y nadie se queja de la propia.

Gente con esos atestados ha estado por décadas sentada en las juntas directivas de nuestras instituciones autónomas. Como dijo un caballero, por sus hechos los conoceréis.

Después de haber estado año y medio metido hasta el copete en esos ámbitos, algo aprendí sobre las habilidades necesarias para ser idóneo. En realidad ya lo sabía, pero me permitió confirmarlo.

Características. Para ser idóneo como empleado público de alto nivel, en primer lugar, se requiere tener solo dos agendas: el bienestar del país y la salud administrativa y financiera de la institución.

En segundo lugar, poseer independencia de todo género, especialmente política. Cuando me nombraron en la Junta Directiva del Banco Nacional, un director preguntó a quién respondía yo. No sé a quién responde él, pero yo, desde que tengo cédula de identidad, respondo solo a mi conciencia.

En tercer lugar, tener coraje para decir no cuando corresponde, aunque todos, o casi todos, digan sí o vuelvan a ver para otro lado. O al revés.

En cuarto lugar, estar comprometido con la transparencia y la rendición de cuentas, el aire que purifica todo lo que toca.

Finalmente, resultado casi ineludible de los puntos anteriores, para ser idóneo se necesita tener juicio sólido y objetivo.

Así entendida la idoneidad, a nadie debe sorprender que a algunos les parezca inconveniente.

Cerrar portillos a la corrupción. Esos son los requisitos mentales y emocionales requeridos para denunciar la intervención del crimen organizado en las juntas directivas de los bancos; para pedir cuentas sobre Bicsa, por décadas desvinculada de los bancos socios y no les retribuye ninguna utilidad; para haberse opuesto con firmeza a que los bancos públicos continuaran colaborando con Bancrédito, un banco que había dejado de serlo hace años y estaba desahuciado; para pedir cuentas sobre los alquileres y otros gastos, usualmente exorbitantes, en la institución; para denunciar los dañinos vasos comunicantes entre el Banco Nacional y su asociación solidarista; para oponerse a un contrato de varias decenas de millones de dólares entre el Banco Nacional y una empresa de asesoría internacional, que terminó contratándose por la décima parte de su precio original, etc., etc.

No nos engañemos: para ser idóneo en la junta directiva de una institución autónoma o en la presidencia de la República o en un ministerio, no se necesita saber de economía pura o administrativa; tampoco de derecho ni de metafísica ni de socialismo cuántico; imagínese que ni siquiera hay que haber leído poesía o zootecnia.

Ninguno de esos conocimientos estorba, pero son completamente insuficientes para enderezar el rumbo de instituciones colmadas de ineficiencias y desvaríos. Dejémonos de cuentos: nada beneficioso y duradero se ha hecho en este mundo sin honestidad, independencia, espíritu crítico y coraje. Lo normal, lo común, es callar; no preguntar ni cuestionar, no molestar; mucho menos informar o transparentar; lo fácil, lo prudente, lo conveniente, es seguir el acomodaticio, opaco y facilón trillo de siempre.

Estoy seguro de que varias de las personas que ha nombrado en estos días el Consejo de Gobierno cumplen con esos requisitos, pero para que la idoneidad de los nuevos jerarcas no desfallezca, lo conveniente es imprimirle a todo el ámbito público altas dosis de transparencia y rendición de cuentas.

victorramza@gmail.com

El autor es analista político.