Guerras desfasadas

Las potencias siguen usando la vía militar para resolver los conflictos, como si estuvieran en el siglo pasado

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Las potencias siguen usando la vía militar para resolver los conflictos, como si estuvieran en el siglo pasado. En su afán por imponer el control en sus áreas de influencia, perdieron la perspectiva de quien es el enemigo principal de la humanidad. En este caso, es el cambio climático, que se cierne amenazadoramente, a pasos agigantados, sobre todo el planeta. Amenaza que solo se solventará mediante la integración de los esfuerzos de las naciones de forma inmediata.

Las grandes potencias ven el progreso técnico por su impacto en el campo de la guerra y se concentran en la velocidad, la precisión y el alcance de sus armas. Piensan que de esa manera están actualizadas en el campo de la defensa, sin darse cuenta de que esta debe centrarse, ante todo, en enfrentar al enemigo estratégico de la humanidad, que no se combate con armas de guerra.

Además, no han tomado nota de que la realidad y las relaciones de poder cambiaron. Ya no se basan en el poder militar, pues la globalización varió la relación entre países y bloques haciéndolos más interdependientes y las acciones causan reacciones que afectan a todos.

El juego tecnológico acerca de quién tiene el misil o el avión más nuevo los obsesiona, al punto que les impide ver la importancia que en la nueva realidad tienen, por encima de las armas de destrucción, el manejo de los combustibles y materiales estratégicos.

Las confrontaciones armadas entre potencias atómicas no pueden ni deben realizarse, como lo plantean algunos estados mayores, a través de las llamadas armas nucleares tácticas. Peligrosos instrumentos que pueden desencadenar un holocausto nuclear.

Si bien es evidente que la guerra de Ucrania fue provocada por el interés de la OTAN de integrar este país a su bloque e instalar en su territorio armas estratégicas, cosa que el presidente Putin destacó como una línea roja que obligaría a Rusia a tomar medidas, no entiendo la decisión de este de invadir Ucrania teniendo en sus manos un arma mucho más poderosa, como es el suministro de combustibles a Europa.

Pérdida del sentido del tiempo

Al invadir con su ejército a Ucrania, afectó irreparablemente su relación con este país e integró a la Unión Europea alrededor de la OTAN, como quería Estados Unidos, en vez de dividirlos, como era su intención.

Por otra parte, la torpeza estratégica de la OTAN, alentada por los Estados Unidos, es de antología, ya que al aplicar las sanciones a la compra de combustible ruso pensó doblegarla como si fuera un pequeño país vulnerable. Pero Rusia es un país continental, que tiene aliados y podría ser autosuficiente, y es el principal proveedor de combustible de Europa.

Con esta medida, la OTAN parece haberse disparado en el pie y permitido a Rusia utilizar un arma mucho más potente que su aparato militar. Todo esto al mismo tiempo que arrojó un aliado muy importante en brazos de China, el rival principal por la hegemonía mundial.

En otras palabras, Rusia se comportó como si estuviera en el siglo XX, cuando los conflictos se resolvían con tanques y aviones, sin darse cuenta de que, producto de la globalización, tenía en sus manos acceso a la yugular del combustible europeo. La OTAN, queriendo perjudicar a Rusia, la hizo consciente de que posee un poder más grande que su ejército.

O sea, los políticos y los militares concentrados en la eficacia de sus juguetes de guerra perdieron el sentido de los tiempos que vivimos y continúan con sus inercias y modelos mentales propios del siglo pasado. Causan muerte y sufrimiento innecesarios a sus pueblos, al mismo tiempo que cometen torpezas de antología. Todo esto sería cómico si no fuera trágico y estuviera desviando recursos de la lucha contra el enemigo principal.

Es una locura total, que sería objeto de una comedia si no es porque puede transformarse en una tragedia para toda la humanidad. Las invasiones de Estados Unidos a Irak, Afganistán, Libia y Siria, entre otras, han sido terreno de guerras y confrontaciones trágicas para sus pueblos, pero no conllevaron el riesgo de una confrontación directa entre potencias atómicas.

Alto riesgo

En el caso de Ucrania, el juego de la guerra entre potencias es de alto riesgo para la paz y estabilidad del planeta, al mismo tiempo que distrae la atención y los recursos de la amenaza principal que pende como una espada de Damocles sobre toda la humanidad: el cambio climático.

Esta situación de emergencia que vive la humanidad no puede ser afrontada con el actual ordenamiento de las Naciones Unidas, donde las potencias tienen derecho a veto. Debe hacerse frente con una declaratoria de emergencia de cuando menos dos décadas mientras se atiende la emergencia climática, que por una parte se obligue a un armisticio de los conflictos y de sanciones unilaterales y, por otra, canalice el 15% de todos los recursos asignados a los ejércitos a la regeneración de suelos y mares, al desarrollo de energías limpias y un nuevo modelo de desarrollo económico sostenible siguiendo los principios del donut impulsado exitosamente por Holanda.

Los ciudadanos de todas las naciones no podemos permanecer impasibles ni dejar que las potencias sigan en sus juegos de poder. Costa Rica debe actuar con decisión y reafirmar su vocación de paz y neutralidad, demandando conjuntamente con otros países la declaración de emergencia mundial a las Naciones Unidas.

Si este problema se discute y afronta con decisión en el máximo organismo, se abrirá un camino de esperanza y las potencias deberán guardar sus sables. Esta es una lucha moral como la que se emprendió en siglo XVIII para suprimir la esclavitud, cuando de esta dependía la riqueza del sistema.

miguel.sobrado@gmail.com

El autor es sociólogo.