Gorbachov

Bajo la conducción de Mijaíl Gorbachov, sucedieron hechos que significaron el fin de una era

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Esta semana falleció uno de los grandes estadistas del siglo XX, Mijaíl Gorbachov. Siguiendo el adagio de que nadie es profeta en su propia tierra, Gorbachov es considerado un héroe en Occidente y villano para quienes añoran a la extinta Unión Soviética, entre ellos, Vladímir Putin.

Sus innovadoras ideas no siempre fueron bien recibidas por una anquilosada élite gobernante que tenía la economía planificada soviética al borde del colapso. Gorbachov introdujo términos como perestroika, que significa una reconstrucción de la institucionalidad, y glásnost, que conlleva una desconocida apertura a valores democráticos, como elecciones multipartidistas y mayores libertades, entre las cuales está la de expresión.

Su mayor contribución fue a la política exterior, algunas acciones adrede; otras, a consecuencia de la erosión soviética. Bajo su conducción, sucedieron hechos que significaron el fin de una era: la caída del Muro de Berlín, la reunificación alemana, a la que se oponía, y en 1991, la desmembración de la Unión Soviética y, con ello, el fin de la Guerra Fría.

Mucho se ha escrito sobre la caída de la URSS, que Putin define como “la peor catástrofe del siglo XX”. ¿Era inevitable? Para mí, una de las más reveladoras respuestas se la escuché a mi profesor de Política Exterior de la Unión Soviética, en Harvard, en 1991: “La Unión Soviética era insostenible, pues es imposible tener una economía del tercer mundo sosteniendo un ejército del primer mundo”.

Una economía planificada, dependiente del petróleo en aquel momento de bajos precios, una élite cuestionada y el deseo de mantener una carrera armamentista con los Estados Unidos era una ecuación inviable que nos legó buenas decisiones, tales como varios tratados de reducción de armas nucleares que hicieron del mundo un lugar más seguro.

Gracias a su no intervención en los países detrás de la cortina de hierro, hoy más de una docena de naciones de Europa del este son Estados soberanos, democráticos, con economías abiertas, y las antiguas repúblicas soviéticas gozan de independencia y soberanía, claro está, muchas de ellas son víctimas del brazo armado y antidemocrático de Putin, en el que su último capítulo es la invasión ilegítima a Ucrania. ¡Gracias, Gorbachov!

nmarin@alvarezymarin.com

La autora es politóloga.