‘Ghosting’ servido

¿A quién no le han hecho ‘ghosting’? Un novio, un amigo, un jefe, en las redes sociales... borrarse del mapa no es nada nuevo

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La práctica del ghosting no es nueva. Lo nuevo es etiquetar la palabra como si se tratara de un síndrome actual. De hecho, hacerse el fantasma o hacer el vacío a los demás es una práctica de muchos que, por mala educación, ignorancia o estructura psicológica, diariamente se relacionan como si fueran queridos u odiados fantasmas.

Porque, vamos a ver, ¿a quién no le han hecho ghosting? Un novio que desaparece de la escena sin dejar rastro ni pistas de la razón por la cual se fue haciendo mutis por el foro, una amiga que no contestó los correos y reaparece de nuevo en el cumpleaños como si nada, un compañero de trabajo que no responde o pone un recibido a lo que le toca hacer, una jefa que no sabe tener agenda y cita un día y luego otro y simplemente no va a las reuniones sin dar explicaciones y, mucho menos, disculpas.

Un empleado institucional que no contesta la solicitud y luego dice que no le parece hasta que, obviamente, aparece, en fin, que la lista es larguísima. Ghosting laboral, institucional, social…

Hoy podemos incluir también en esta actitud fantasmal lo que pasa en las redes sociales. La mujer que está en un programa de citas y desaparece cuando las hace. El hombre que no va a trabajar el primer día sin explicar por qué, el empleador que en un principio es simpatiquísimo y más tarde desaparece sin decir que no va a contratarle porque, lógicamente, eso es lo que va a pasar.

La compañera que queda con usted un domingo y luego desaparece sin avisarle que no puede ir, el conocido que lo invita a su casa sin decir cuándo ni dónde queda, el invitado especial que lo quiere muchísimo y desaparece del salón de actividades sin despedirse, el que dice que cuenten con él y luego no asiste…

Todas las formas que se me ocurren del ser fantasmita son pasivo-agresivas y, como resultado, van minando la estima de quien es víctima de la falta de explicaciones. Sube la desconfianza, la paranoia y el estado de inseguridad general cuando hechos como los descritos son habituales como comportamientos cercanos.

Dejarlas en evidencia

En el caso de la gente allegada, lo mejor es identificar a las personas que suelen hacerse el fantasma y dejarlas en evidencia, porque tal proceder puede ser una conducta aprendida de la familia y repetida de manera inconsciente o, si no, por lo menos la persona quedará advertida de que no se vale jugar a los fantasmas.

Y, si se trata de seguir haciéndose el fantasma, es bueno saber que la gente que permanece cerca serán personas con gran tolerancia al rechazo, las que están dispuestas a sufrir el resultado de los complejos del otro que lo conducen a hacerse el fantasma.

Porque se es fantasma haciendo ghosting laboral, social y de pareja para ejercer control sobre los demás, dada la propia inseguridad, los complejos, las famosas zonas erróneas, que para mal equilibrar dan el dictado de no brindar seguridad al otro para crear, de ese modo, un estado de expectación continuo, mediante el cual la afirmación y la seguridad de un sí o de un no, no existen.

Dejarlo guindando, en vilo, en el vacío de un silencio inexplicable o en la posible aparición espectral que solo es facultad de los fantasmas, es la manera más segura de proceder para el que tiene una educación sentimental, social, centrada en el poder.

Cómoda actitud

Al practicar el ghosting se gana tiempo, se mantiene la casa (lo cercano) sin gente con voluntad propia, se alejan los compromisos, se olvida la generosidad, no hay enfrentamientos ni explicaciones que dar.

Alguien dice que así es ser más diplomático y no se hace daño y que de tal práctica vive la política, ya sea empresarial, pública o cultural. Por lo que es más relajado emocionalmente y por lo tanto se vive con más comodidad.

El caso es que la gente se cansa y se aleja, puesto que, al fin y al cabo, todos necesitamos espacios nutricios reales. Eso de andar esperando que nos den pelota, esperando que nos contesten, esperando que se acuerden, que lleguen, esperando que nos llamen, que sean puntuales y que nos aprueben tiene el límite en la salud mental.

No ser fantasma es no hacer fantasmas. Eso sí, en una casa de los sustos todos podemos hacer ghosting, así que si lo que quiere es vivir en Halloween, pues ghosting servido.

doreliasenda@gmail.com

La autora es filósofa.