Fortalecer la resiliencia de la salud pública ante el cambio global

De las medidas de adaptación que se tomen hoy dependerá la fortaleza contra las enfermedades de mañana

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

El 7 de abril, se celebró el Día Mundial de la Salud bajo el lema “Mi salud, mi derecho”. En nuestro país, excepto por alguna particular iniciativa, la fecha pasó inadvertida.

Aprovecho este momento, pasados unos días, para poner de relieve la estrechísima relación entre el cambio global y la salud pública, especialmente en un mundo en constante transformación.

En Costa Rica, como en el resto del planeta, las estrategias en el campo sanitario para la adaptación a tales cambios serán vitales.

El cambio global abarca las transformaciones en los sistemas naturales, la salud humana, la biodiversidad y los aspectos socioeconómicos de forma interrelacionada, entre estos, fenómenos como el cambio climático, la pérdida de especies animales y vegetales, y la degradación ambiental.

El cambio climático ha afectado a Costa Rica durante décadas, especialmente a la agricultura, pero más gravemente en las últimas dos.

Afectaciones inmediatas

El resultado es la reducción de la producción, los rendimientos y el valor de la tierra para los agricultores. Estos efectos repercuten negativamente en la sostenibilidad ambiental, económica y social de la agricultura, y comprometen la seguridad alimentaria cuando las prácticas son poco amigables con el ambiente.

Además, los plaguicidas y la contaminación de acuíferos, junto con la ruptura de ecosistemas causada por la expansión agrícola, ponen en riesgo la salud.

Otras incidencias son los incendios forestales, los problemas para acceder a fuentes de agua potable durante todo el año, inundaciones cada vez más frecuentes y extremas, y brotes de enfermedades transmitidas por vectores como mosquitos y garrapatas, incluso en zonas donde antes no habitaban. Malaria, dengue y rickettsiosis son solo tres muestras.

El dengue, por ejemplo, causó una epidemia en el 2023, y amenaza con ser aún peor en este 2024; de hecho, su incidencia en los primeros dos meses del año, cuando la curva de casos suele ser la más baja, fue casi 20 veces mayor que la del 2023.

Proteger la salud de las poblaciones, especialmente las más vulnerables, es una responsabilidad que debemos asumir con determinación y visión de futuro.

Entender las interacciones entre los componentes de la biosfera en una era de cambio global es esencial para Costa Rica a fin de diseñar estrategias de adaptación y mitigación que promuevan la resiliencia de las comunidades frente a estos desafíos.

Es imperativo integrar consideraciones de salud en las políticas de adaptación e incorporar los riesgos asociados a fenómenos climáticos extremos, tales como olas de calor, inundaciones y sequías.

Estar vigilantes

La vigilancia epidemiológica basada en el enfoque de “Una salud” (One Health) será, por tanto, una herramienta indispensable para detectar tempranamente brotes de enfermedades y tomar medidas preventivas, salvaguardando así la salud de la población, especialmente de aquellas nuevas y reemergentes, y con potencial epidémico o pandémico.

Una de las primeras medidas esenciales es establecer sistemas de vigilancia epidemiológica robustos que ayuden a identificar tendencias y evaluar el impacto de los factores ambientales en la salud de la población costarricense.

Es crucial tener planes y protocolos eficientes para responder rápidamente a las emergencias sanitarias, para movilizar recursos y personal, como actuamos durante la pandemia de covid-19.

Esta capacidad contribuye a contener enfermedades y minimizar su impacto en la salud pública, pero requiere esfuerzos coordinados con actores de todos los sectores sociales y que las políticas públicas den prioridad a las personas.

Planificar con anticipación es fundamental, ya que esperar el evento impide tomar acciones eficaces y limita el análisis a posteriori sin posibilidades de influir en el desarrollo de la situación.

Si bien es cierto que muchas derivaciones del cambio global son producto de causas antrópicas, casi todas prevenibles y modificables, sus efectos actuales deben ser paliados en lo inmediato, y la promoción de estilos de vida saludables resulta imprescindible.

La adopción de una alimentación equilibrada, la práctica regular de ejercicio físico, la reducción del consumo de tabaco y alcohol, y el manejo del estrés previenen enfermedades crónicas y fortalecen la resiliencia de nuestro organismo frente a factores de riesgo ambientales.

Todo lo anterior requiere educar y concientizar a la población sobre los riesgos para la salud asociados al cambio global.

Es necesario promover la concientización sobre la importancia de tomar medidas preventivas y proteger el medioambiente, por cuanto empodera a las comunidades e impulsa comportamientos saludables.

Adoptar un enfoque holístico sobre la interconexión entre la salud humana, animal y ambiental, abordando los problemas de manera integral mediante la aplicación de los conceptos de “Una salud” y “Un bienestar”, amplía nuestra perspectiva y anima la colaboración interdisciplinaria para enfrentar los desafíos de la sanidad en un mundo en constante cambio.

Anticipar y gestionar de manera proactiva los desafíos sanitarios y ambientales fortalecerá la capacidad de nuestras comunidades y sistemas de salud en un mundo en constante transformación.

juan.romero.zuniga@una.ac.cr

El autor es médico veterinario, profesor de Epidemiología en la UNA y la UCR. Ha publicado aproximadamente 140 artículos científicos en revistas especializadas.