Felices

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Medir la felicidad es cosa seria. Hacerlo con rigor ayuda a iluminar realidades psicosociales poco conocidas y ofrece pistas clave para orientar las políticas públicas hacia el bienestar personal. Por esto, desdeñar los resultados del Reporte mundial de felicidad, sea por no entenderlo o porque la posición de Costa Rica en él contradice nuestros prejuicios, es una actitud miope.

El estudio lo realiza desde hace cinco años un consorcio de prestigiosos centros internacionales de investigación, vinculados con las Naciones Unidas. En el del 2017, al igual que en el primero, ocupamos el lugar 12: el mejor de cualquier país no desarrollado. Es motivo de sobra para estar satisfechos, pero, sobre todo, para definir qué hacer mejor.

La base de la investigación son las respuestas de muestras representativas de población en 156 países a la llamada “Escala de Cantrill”. En esencia, este instrumento les pide evaluar su condición de vida apelando a la imagen de una escalera donde el peldaño número 0 representa la peor posible y el 10 la mejor.

Pero el asunto no queda aquí. El siguiente paso es determinar cuáles factores explican los resultados. Seis de ellos son vitales: ingreso per cápita, expectativa de vida saludable, fuentes de apoyo social, confianza mutua, percepción de libertad para decidir y generosidad: un conjunto integral nada “economicista”. Es a partir de esta indagación que se generan valiosos aportes para el diseño y ejecución de políticas.

Desde hace décadas, científicos sociales y autoridades se han esforzado para ir más allá del producto interno bruto como guía de progreso: importa mucho, pero no basta. El índice de desarrollo humano representa el resultado más reconocido; recientemente se ha desarrollado el de progreso social. El Reporte mundial de felicidad añade un avance cualitativo: se basa en las percepciones de la gente, no de los investigadores.

Cuando la ONU realizó su primera reunión pública sobre el tema, en abril del 2012, la entonces presidenta Laura Chinchilla fue su oradora principal. Desde entonces surgieron los malentendidos y el choteo. Sin embargo, lo que ha quedado de manifiesto es el reconocimiento mundial a nuestras políticas de bienestar. Debemos construir sobre lo alcanzado.

(*) Eduardo Ulibarri es periodista, profesor universitario y diplomático. Consultor en análisis sociopolítico y estrategias de comunicación. Exembajador de Costa Rica ante las Naciones Unidas (2010-2014).