Estatus en la muerte

Es perogrullada decir que la historia de la humanidad corre pareja con los monumentos funerarios de exquisita o artesanal factura

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Hasta hace poco los costarricenses asumíamos con dignidad la pérdida de un ser querido. Las culturas precolombinas sepultaban a los fallecidos en sus tumbas de cajón y los homenajeaban con rituales.

En los litorales, blanqueaban los huesos y los sumergían empaquetados para la eternidad entre manglares. La herencia colonial cedió ante nuevas costumbres, y las incorporó a las despedidas para la eternidad.

Hoy algo ha cambiado y hay funerales con aplausos, toques de claxon o mariachis que meten bulla. Todavía es costumbre llevar el cuerpo al cementerio y es relativamente escasa la milenaria práctica de la incineración, sea por convicciones religiosas o por onerosa.

Cuando la hay, luego de la cremación, a los deudos se les entrega una urna y existen opciones para depositarla en columbarios, pero hay quienes prefieren llevarse el vaso para sus casas, práctica controvertida para la sanidad social y mental, con eventuales repercusiones emocionales por tener los restos del finado en la sala o en el dormitorio.

Es perogrullada decir que la historia de la humanidad ha corrido pareja con los monumentos funerarios de exquisita o artesanal factura. Los ejemplos cunden: desde los megalíticos hasta los millones de huecos, tumbas, nichos, mausoleos y edificios decorados esparcidos por el planeta. Todos reflejan sus épocas, pero en la nuestra sorprende la revolución en los envases ceniceros a tenor de las tentaciones de diseño, canta Sabina.

Muertos valorados

En París muchas vitrinas exhiben urnas cinerarias variopintas: desde las sencillas y discretas hasta las temáticas con formas inverosímiles. En España también hay sobrada oferta de urnas funerarias de diseño.

Hace tiempo un artesano graduado de la Academia de Artes y Oficios de Salamanca desarrolló una curiosa manera de aumentar sus ingresos. El hombre, reconocido alfarero, creó escuela cuando atendió la sugerencia de una pareja inglesa la cual le recomendó expandir sus productos. Hoy tiene una demanda anual de varios cientos de urnas esmaltadas, y contando.

Algunos critican esa extravagancia, pero en el mundo y sus épocas han existido rarezas relativas al depositario final de las cenizas de los muertos queridos, y más de los famosos. Dos de las siete maravillas del mundo antiguo son testimonio palpable de ello: la pirámide de Keops y el Mausoleo de Halicarnaso.

La promoción de las urnas actuales enfatiza en que pueden adornar tanto el interior de la casa como el jardín. Además, los restos de los parientes —y más recientemente los de las mascotas— pueden ser trasladados de sitio, según las temporadas y el humor.

Las tiendas especializadas, conscientes del imperio de las modas, también ofrecen cambiar las cenizas de frasco si algún día los deudos se aburren de la urna. Siempre habrá una más actual y trendy.

La oferta también contempla convertir las cenizas de los muertos en estatuillas de porcelana, pero brindan el servicio una sola vez. Estos “necroescultores”, como se hacen llamar, aseguran que la abuela quedará eternizada como danzarina en tutú a lo Degas, o algo similar para lucirse en la repisa de la sala y ser atesorada durante generaciones.

Como diamantes

Además, una empresa suiza explica que 500 gramos de ceniza son suficientes para conformar un diamante, pero que el cuerpo humano deja casi tres kilos. En buena matemática, un cadáver alcanza para unos 6 diamantes “como es lo usual en un collar”, según comentan. Siempre se ha dicho que un mal matrimonio es un yugo, pero gracias a lo dicho ahora, una esposa puede lucir a su finado esposo llevándolo del cuello.

Uno de los hacedores de urnas confesó que para inspirarse acostumbra a escuchar algún réquiem. Cualquier comentario es tópico. Otros oirán Diamonds Are Forever o a Marilyn con Diamonds Are a Girl’s Best Friend.

No sé qué sonidos escuchaban los fenicios cuando elaboraban sus urnas, aquellos relicarios de hechura granada, que a fin de cuentas parecen empatar con los exquisitos depositarios actuales, aunque con sentidos desencontrados, porque para las culturas antiguas el culto mortuorio integraba su sistema de creencias, pero aún no tenían conciencia de expansión comercial en ese campo.

Los contemporáneos sí que lo tienen, porque entre sus mejores clientes reconocen a los turistas japoneses. También ofrece dividir en varias urnas las cenizas del difunto, para que alcance para más familiares. Probablemente las urnas estén muy bien selladas, no sea que algún confundido adolescente inhale el contenido del recipiente o una cocinera distraída aderece una sopa con los polvos.

Los de los diamantes ya ofrecen el servicio en Rusia, Ucrania y España. Es decir, hay competencia mortal. En Valencia en el pasado octubre se celebró la 17.ª edición de la Feria Internacional de Productos y Servicios Funerarios: Funermostra.

El nombre causa hilaridad, pero cobija una importante vitrina para las innovaciones en el campo de marras. Es pensable que ahí estuvieron las porcelanas de autor elaboradas con cenizas de difuntos y quizá hasta algunas urnas para disfrute de los asistentes.

Aquellos oficios sacralizados, nacidos de los cuestionamientos trascendentales de la humanidad, se recomponen para satisfacer las exigencias de inusuales mercados. Los cambios son avalados inclusive por las autoridades gubernamentales, como Funermostra, que en algún momento fue considerada por la concejala delegada de Sanidad y Cementerios como la mejor plataforma para comercializar y lanzar productos relacionados con las exequias.

En dicha feria bien pudo haber figurado también una iniciativa de un diseñador industrial colombiano, quien en recipientes ovoides mezcla las cenizas de los difuntos con semillas que serán sembradas en un parque cementerio. Al cabo de los años, el abuelo en realidad será un roble, como se suele decir.

Como en el tango Cambalache, ya todo parece ser un bien de escaparate, incluso las ancestrales posturas del ser humano ante su finitud, las cuales se diluyen entre el vacuo trajín comercial de nuestros tiempos.

La muerte, la indefectible conclusión de nuestro efímero estadio terreno, la circunstancia que estructuró el pensamiento mágico del ser humano, la que por siglos fue uno de los principales motivos del pensamiento y la visión trascendente, ahora puede ser objeto suntuario e irrelevante, como las presuntuosas aspiraciones de quienes en vida frivolizan hasta con sus muertos.

jorgearroyo2000@yahoo.es

El autor es escritor.