Enfoque: Sobre la desigualdad

¿Hablaremos sobre esto en la próxima campaña electoral?

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En una reunión internacional de académicos especialistas en desarrollo económico, se paró un filósofo y formuló esta pregunta: ¿Es la desigualdad mala debido a sus consecuencias o es mala por sí misma? (Blanchard y Rodrik, 2021. On Inequality. MIT).

Quienes se preocupan por los efectos de la desigualdad señalan que, como evidencia cada vez más la literatura especializada, mayor inequidad está asociada a menor crecimiento económico, menor avance en la productividad, más violencia social y deterioros en la calidad de la democracia. Reducirla sería aconsejable para el progreso social y la convivencia civilizada.

Quienes dicen que la desigualdad es objetable per se recuerdan que esta es una construcción social. Nuestros ancestros nacieron iguales, pero el surgimiento de sociedades complejas sembró las semillas de la inequidad. No fue un paso inevitable, pero sí un resultado común, ligado a la aceptación social de la transferencia intergeneracional del estatus y las posesiones (Flannery, 2012. The Creation of Inequality. Harvard University Press).

Incluso si adoptáramos esta postura, surge una segunda pregunta: ¿Cuáles inequidades son justificables y cuáles no? Los seres humanos tenemos talentos y empeños muy distintos y, sea por trabajo, conexiones, por el lugar donde nacemos o por suerte, obtenemos compensaciones diferentes a lo largo de la vida. Un mundo socialmente uniforme es imposible y, si lo fuera, sería contra natura.

¿Dónde trazar la raya? Algunos han propuesto este límite: mayor inequidad es aceptable si y solo si mejora las condiciones de vida de los más desaventajados. Incluso desde una perspectiva libertaria, hay límites: deberían removerse las desigualdades institucionalmente creadas que afectan la libertad personal.

Esta columna parece volar más allá de las nubes, pero no. Es práctica, aborda un problema estratégico. En nuestra sociedad, mucho más desigual que antes, ¿debemos enfrentar esta tendencia o aceptarla como producto inevitable de la modernidad? Si es lo primero, ¿cuáles desigualdades debiéramos remover y hasta qué punto? Y está, por supuesto, la pregunta del: ¿Cómo hacer?

Sabemos que no bastan las políticas contra la pobreza y que cada tipo de desigualdades requieren respuestas específicas para ajustar mercados, instituciones y organizaciones. ¿Hablaremos sobre esto en la próxima campaña electoral?

vargascullell@icloud.com

El autor es sociólogo.