Enfoque: ¡Qué bostezo!

Malas noticias: la democracia electoral se está tornando intrascendente para muchos.

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Bostezo… perdonen que apenas me haya tapado la boca, pero ¡qué bostezo! Falta menos de un mes para las elecciones y me friega la irrelevancia pública de esta campaña electoral: la gente sigue hablando del caso del cemento chino o de lo que sea, menos de la competencia política. O quizá sí y comenta de refilón el exabrupto de algún candidato por ahí, a modo de chascarrillo.

Malas noticias: la democracia electoral se está tornando intrascendente para muchos. No es que la estén repudiando, sino que le están aplicando una especie de “ley del hielo”, como los matrimonios esos que, entrompados, se ignoran a la espera de contentarse de nuevo. Lo que pasa es que durante la era glacial, y a diferencia de una pareja, en una democracia se siguen eligiendo gobernantes, aprobando leyes, resguardando (o no) los derechos ciudadanos.

Por eso, no podemos darnos el lujo de que la ciudadanía se encoja de hombros y que al final, más por hábito que por convicción, vote por el sabor del momento: el doctorcito, el que pregunta que quién dice que no se puede, el que cree en mí, el del momento es ahora, el que siempre anda enojado y otros veteados por allí.

Y ni pienso en el ramillete que llegará a la Asamblea Legislativa.

Si a la hora de escoger presidente gran cantidad de gente anda hoy más perdida que una gallina en un baile de zorros, con los diputados la cosa está peor (lo único peor sería que la gallina invitara a los zorros al baile en el gallinero).

En el próximo Congreso habrá muchos fulanos y zutanos conocidísimos en su casa y muy creyentes en que su ignorancia los hace idóneos para tratar temas urgentes como el fiscal o las reformas a las pensiones.

El problema no es exclusivo de Costa Rica (ningún consuelo, sino todo lo contrario, honda preocupación porque anuncia una epidemia). Las democracias modernas se están desconectando de las ciudadanías y, a largo plazo, esto es fatal para su salud. Antes se creía que esto solo pasaba en los países emergentes; ahora ocurre también en los sistemas más avanzados.

En todas partes se han falseado los pilares representativos y participativos de las democracias. El problema es que no hemos inventado otro tipo de tecnologías democráticas. Nadie puede salvar una democracia que no quiere ser salvada. Sin embargo, grupos de ciudadanos podemos mantenerla a flote si nos implicamos al máximo en la esfera pública, a la espera de mejores tiempos.

vargascullell@icloud.com

El autor es politólogo.