Enfoque: Mujeres y trabajo

No podemos darnos el lujo de desaprovechar el talento y la diversidad que las mujeres aportan al mundo del trabajo

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Si en Costa Rica las mujeres tienen mayor logro educativo que los hombres: ¿por qué solo la mitad de ellas se incorporan al mercado de trabajo en comparación con ocho de cada diez varones? De feria, ¿por qué, si son menos, el desempleo las golpea más, y muchas, en mayor proporción que los hombres, solo bretean jornadas de tiempo parcial?

No es fácil responder estas interrogantes porque, para variar, no hay una sola causa. Sí quisiera destacar algunos factores que, sin explicar todo, ayudan a entender mucho. Para empezar, la cultura importa. En nuestro país, todavía está muy difundida –tanto entre hombres como entre mujeres– la creencia de que el lugar natural de las mujeres es la casa y cuidar chiquitos.

Desde esta óptica, el trabajo femenino es visto como algo opcional, deseable, pero prescindible, aun en hogares económicamente muy apretados. Para nosotros los hombres, no trabajar es raramente una opción, pues somos los proveedores. Tanto permean estas creencias que, incluso cuando una mujer trabaja, si un chiquito se enferma en la escuela, a la que llaman es a ella y no al marido. ¿Por qué? Porque se supone que ella es la responsable principal del cuidado del niño.

La cultura se entrelaza, precisamente, con la carencia de este tipo de infraestructuras. Si no hay centros para niños y viejitos, las familias tienen que decidir quién se hace cargo y, ¿adivinen quién se gana la rifa casi siempre? Por eso, cuando uno examina el uso del tiempo diario, las mujeres dedican el doble de horas a este tipo de labores que los hombres.

Las relaciones de poder también cuentan. Como los hombres casi siempre ocupamos las posiciones de poder y suponemos, en general, que el trabajo es más importante para los varones, a la hora de despedir trabajadores, los dados están cargados. Asumimos que así se minimizan algunos costos sociales de la decisión.

Agregaría, además, los desincentivos: a mucho empleador le da pereza contratar mujeres, pues se embarazan y les sale muy caro contratar el reemplazo durante la incapacidad (asunto que se arreglaría si “socializáramos” el costo de la incapacidad por maternidad, de manera que a ningún patrono le significara un gasto extra).

Sé que la vida es mucho más rica y diversa que estos rápidos apuntes. Sin embargo, de una cosa estoy seguro: no podemos darnos el lujo de desaprovechar el talento y la diversidad que las mujeres aportan al mundo del trabajo.

El autor es politólogo.

vargascullell@icloud.com