Enfoque: Democracia por reformar

El principal legado de este proceso electoral es mostrarnos la existencia de una fatiga con esta democracia que no logra disminuir las grandes asimetrías sociales y falta de oportunidades para muchos.

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Es Jueves Santo, el ambiente parece apacible, pero se trata de una calma mentirosa. Hace semanas que los ánimos andan exaltados. Elegimos presidente el próximo domingo y, como suele ocurrir cuando unas elecciones están reñidas, el nerviosismo es intenso.

No tengo la menor idea sobre quién ganará. Me gustaría saberlo y me sorprende el montón de gente que está segurísima del resultado. ¿Cómo harán? Supongo que están atrapados por la burbuja de sus prejuicios, pues con unas 300.000 personas indecisas la cosa puede irse para cualquier lado.

Sí intuyo que terminamos este proceso con un ánimo sombrío. El problema no lo causan, principalmente, las exageraciones con las que se procuró el apoyo de los electores: que este gobierno es el peor y más corrupto de la historia (falso) o, alternativamente, que estamos por ceder nuestras libertades a un régimen teocrático (falso). Son excesos inevitables cuando nos vamos a los penales de una segunda ronda electoral.

El problema básico es que hay preocupantes síntomas de descomposición política. Lo son las acusaciones al Tribunal Supremo de Elecciones: los reclamos para “ponerlo en su sitio” son muy graves. Hay líneas que no deben cruzarse en una democracia y que en esta ocasión se cruzaron. Otro síntoma grave es el espectáculo de división que nos ha dado el Partido Liberación Nacional: sé que una segunda pérdida consecutiva trae secuelas, pero aquí se ha desnudado una falta extrema de coherencia organizativa e ideológica. ¿Migrará una parte de su dirigencia hacia otros lares?

Finalmente, el veneno rabioso que se ha destilado en esta campaña me llena de escalofríos. Tuve la vana esperanza de que la cloaca no se apoderara de la esfera pública, pero he visto una y mil veces a muchos asesinando simbólicamente a sus contrincantes. Podría uno luego ver quién lo hizo con más intensidad, pero aquí nadie es inocente.

Más allá de los resultados, me parece que el principal legado de este proceso electoral es mostrarnos la existencia de una fatiga con esta democracia que no logra disminuir las grandes asimetrías sociales y falta de oportunidades para muchos.

Unos dicen que los culpables son los burócratas; otros, la falta de liderazgo; los de allá, la Constitución Política; y los de acá, los plutócratas. En este juego de recriminaciones, queda postergado lo principal: la reforma de nuestra disfuncional democracia política.

vargascullell@icloud.com