Encuestas, espejismos

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Cuando un gobierno se hunde en el repudio de casi el 60 por ciento de la población, resulta muy difícil, a quien lo intente, justificar las razones de tal descalabro.

Por eso, aunque sería de esperar dentro de una política de "seriedad", como se pregona oficialmente, una reacción sensata a la censura pública, se entiende que ocurra lo contrario.

Se da así desde la carcajada del mandatario como respuesta a tan amargas cifras hasta el incongruente y frustrado esfuerzo del Ministerio de Información por hallar una explicación a la severa apreciación ciudadana.

Las encuestas desde esta óptica pasan a ser malditas; se les obvia, margina o se les busca --como decían en El Chavo-- "el lado amable". Se cae en una realidad de espejismos donde el bien solo tiene una fuente: el Gobierno asediado.

Se cae, en fin, en esa "visión totalizadora" que don Carlos Manuel Castillo --viejo zorro de la política liberacionista-- le endilga a sus excompañeros de gobierno.

No sorprende, entonces, que voceros oficiales de turno pretendan que se les acepte su discurso, su versión, y punto.

No sorprende que se lancen con aseveraciones como la de que los gobiernos anteriores --incluido el de Calderón, con quien han cogobernado en los últimos meses-- actuaron con perversidad antidemocrática.

¿Se debe callar ante eso? No. Sería cohonestar irrespeto a nuestra sociedad. Irrespeto que crece en la medida en que un gobierno --con programa prestado-- autoproclame mesiánicamente transformar al país, pero a la vez vuele en fantasías, esquive vergonzosos privilegios de alto costo político y luzce voraz en el gasto.