En un eclipse total de sol

El Poder Ejecutivo debe asumir y no eludir sus responsabilidades, especialmente en materia de educación pública y privada

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Como si en uno de ellos estuviéramos y como si, además, nos hubiéramos quedado sin electricidad, el país anda a ciegas, a tientas, a oscuras, desorientado y dando tumbos, en un laberinto de pasillos sin salida.

Ya estábamos mal desde antes de la pandemia de covid-19 y el cielo de la patria había empezado a oscurecerse, con una educación pública en declive, carcomida por el facilismo, para que los estudiantes no se “atormentaran”, como si el esfuerzo y la disciplina hubieran dejado de ser la ruta obligada de la formación moral, intelectual y del éxito.

Ah, porque ya el éxito no les interesa a los jóvenes, “para qué tanto esfuerzo si al país no le debemos nada y, por el contrario, necesitamos que nos mantenga, o que lo hagan nuestros padres, da igual”.

Estábamos mal porque muchas universidades privadas —no todas, por suerte— desde el inicio fueron creadas con el único objetivo del lucro y, para ellas, atender bien a la clientela suponía, y supone, facilitar la concesión de los títulos, aunque salgan con ellos bajo el brazo nuevos profesionales que serán una verdadera amenaza para sus propios clientes y para el país, aprovechando la indolente supervisión del Consejo Nacional de Enseñanza Superior Universitaria Privada (Conesup, dependencia del Ministerio de Educación).

Profunda oscuridad

Estábamos mal y se oscureció más el cielo porque las universidades que gradúan a maestros de primaria y profesores de enseñanza media los dejaban y los dejan salir mal formados, como muchos de los profesores de Inglés, que no hablan ni escriben esa lengua correctamente y son despachados a repetir su molde en los niños y jóvenes que serán sus alumnos, un verdadero crimen.

Ya estábamos mal desde antes de la pandemia y el cielo se oscurecía más cuando, a la vista del acelerado y creciente desarrollo de la inteligencia artificial (AI), organismos públicos y privados internacionales venían sonando las alarmas, cada vez más fuertemente, acerca de la deslocalización global del empleo que aquella causaría.

Instituciones como el McKinsey Global Institute, el Banco Mundial, la Comisión Económica para América Latina (Cepal) y la Organización de las Naciones Unidas (ONU) —que ya veía amenazado el cumplimiento de los objetivos de desarrollo sostenible, como la igualdad y el empleo decente— vaticinaban el desplazamiento de porcentajes importantes de la fuerza laboral, como ocurrió durante la primera Revolución Industrial, por la introducción de las nuevas tecnologías digitales y cibernéticas, y llamaban a la comunidad internacional a dotarse, en cada país, de nuevas metodologías educativas para niños, jóvenes de secundaria y jóvenes universitarios.

Pero también para los adultos que ya laboraban urgían programas de reconversión, a fin de que aprendieran nuevas destrezas en el uso de la IA.

Pronosticaban una transformación progresiva del mercado laboral que llevaría a que, entre el 2030 y el 2060, al menos la mitad de los empleos serían eliminados, sustituidos o convertidos por el uso de la IA.

Los empleados que no se reciclaran quedarían relegados a puestos que conllevan labores repetitivas, mayormente manuales y mal pagadas, o se irían al retiro y al desempleo, y así está pasando.

Esos pronósticos siguen en pie y se han agravado, aunque la pandemia forzó a muchos empleados a una conversión acelerada y empírica, sin formación, como es el uso del teléfono celular para los servicios de entregas de comidas o paquetes, o de la computadora, o la tableta para el trabajo a distancia, que fueron la salvación para muchos de ellos.

En Costa Rica así estábamos antes de la pandemia, en la penumbra del anochecer y, cuando aquella vino, nos arrasó. No hubo tiempo de preparar la transformación.

Inteligencia artificial

Y, para peor de males, saliendo de ella, cuando apenas empezamos a constatar los daños y sus secuelas, tales como la pérdida de empleos y la lentitud de la economía local, quitamos la electricidad: apagamos las computadoras de la Fundación Omar Dengo (FOD), que estarán en desuso no sabemos cuánto tiempo más.

Sin embargo, Costa Rica ha mostrado siempre que sus habitantes tienen temple y han logrado sobrellevar y vencer las peores dificultades. Esta vez no tiene que ser diferente.

El llamado apagón educativo que sigue afectando a los alumnos regulares y el desplazamiento, o la expulsión del mercado laboral sufridos por adultos que trabajaban, deben ser vencidos y para ello el país entero debe movilizarse.

El Poder Ejecutivo debe asumir y no eludir sus responsabilidades, especialmente en materia de educación pública y privada; en cuanto a esta última, porque el MEP impone programas y, supuestamente, supervisa, pero no esperemos que todas las soluciones vengan del Estado.

Todos tenemos que afrontar el desafío que plantea la IA. No es solamente por solidaridad con los trabajadores afectados, sino también por interés de las empresas y del país.

Esfuerzo colectivo

Ya se sabe que Costa Rica carece actualmente de suficientes profesionales en carreras STEM (siglas en inglés de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas) para hacer frente a la demanda de las empresas extranjeras que vienen a invertir y a producir aquí, aparte de que la industria local y los servicios como la banca, el turismo y la salud, entre otros, también los necesitan.

Las cámaras de los sectores económicos, como la de Comercio, la de Industrias, la de Turismo, la de la Construcción, la misma Uccaep, deberían crear programas de formación continua o de reconversión para el personal de sus empresas afiliadas; las cooperativas, los sindicatos de la educación, los del ICE y otros deberían hacer lo mismo con los cuantiosos recursos que tienen y que no deberían ser solo para huelgas; los colegios profesionales, también muy solventes, deberían hacerlo; el Instituto Nacional de Aprendizaje debería ser un infaltable colaborador en esta misión.

¿Qué esperamos? ¡Movámonos ya! Cada uno en su campo. Hagamos que el eclipse pase y que el sol de nuestro destino vuelva a brillar.

jecastillob@gmail.com

El autor es exministro de Justicia, excanciller de la República, catedrático de la UCR, sociólogo, abogado y escritor.