Embarazo adolescente

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Luciana es una pequeña y heroica sobreviviente al abandono de su joven madre, una adolescente de 16 años, quien, quizás por temor, desconocimiento o vergüenza, ocultó su embarazo y dio a luz completamente sola en su casa. Por informaciones en la prensa supimos cómo una samaritana rescató de un basurero a la bebé, fue atendida en el Hospital de Niños y hoy está al cuidado del PANI. Por sus acciones, la madre ha sido acusada por la fiscalía por tentativa de homicidio.

Se trata de dos vidas que, indudablemente, quedarán marcadas por lo sucedido: la primera, por el cruel acto del abandono en tan tristes circunstancias, y la segunda, por las consecuencias que deberá afrontar no solo ante su hija, sino también de cara a las posibles responsabilidades penales.

El dramático caso de Luciana nos recuerda la problemática del embarazo en la población adolescente, una realidad que toca en promedio por año a más de 14.000 mujeres en nuestro país.

Mientras la tasa de fecundidad ha venido bajando en las últimas décadas, el número de embarazos en menores de 19 años se ha mantenido nominalmente sin una disminución significativa. Según cifras del INEC, las madres de entre 15 y 19 años en 1983, 1993, 2003 y 2012, para comparar décadas, fueron 12.933, 12.209, 14.356 y 13.672, respectivamente.

Si lo anterior es preocupante, lo son más las madres de entre 12 y 15 años, que para los años citados ascendieron a 290 (1983), 480 (1993), 479 (2003) y 522 (2012), cifras preocupantes, sin duda, que además podrían desnudar una realidad de abuso y violencia sexual o la existencia de papás igualmente adolescentes cuyas vidas también cambiarán.

Por otra parte, la II Encuesta Nacional de Juventudes revela cómo nuestros jóvenes inician su vida sexual a edades tempranas, así como los altísimos niveles de desconocimiento, falta de cuidado y la permanencia de mitos y tabúes en torno a la sexualidad. De no hacerse algo, el embarazo adolescente continuará.

Reconocemos como un avance, aunque insuficiente, la incorporación, por parte del MEP, del programa para la afectividad y la educación sexual. Debemos fortalecer las estrategias para promover estilos de vida sexual saludable y la prevención del embarazo en adolescentes, además de estimular programas que fortalezcan, entre otros, la autoestima y las relaciones de pareja asertivas.

A nivel institucional, hay que mejorar los programas de atención a la madre adolescente, inclusive en el fortalecimiento de las redes de apoyo a la mamá y a su bebé, que ayude en situaciones de riesgo social y facilite la denuncia y el seguimiento en casos de situaciones de abuso, entre otros.