El sainete de Gutiérrez

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Que necesitamos diputados menos dóciles al oficialismo que los de la supuesta mayoría opositora del PUSC, poco se duda.

Tampoco debería motivar duda o estupor el que, con cierta frecuencia, alguien ratifique la función contralora del poder político que le corresponde a la Asamblea Legislativa, tan debilitada en la presente legislatura.

¿Por qué, entonces, tanto barullo tras el alud de mociones que el diputado Rodrigo Gutiérrez hijo presentó para empantanar el trámite del paquete de impuestos?

Como legislador minoritario y opositor ejerce la responsabilidad que le corresponde. Limitado en influencia y apabullado por la maquinaria bipartidista que opera hoy, estamos casi seguros que la tormenta que desató se disipará más temprano que tarde.

Preocupémonos, eso sí, del lamentable espectáculo en que fueron sorprendidos la fracción oficialista y el propio Gobierno por el divieso de las mociones de Gutiérrez.

De la noche a la mañana han recrudecido las premoniciones del Ejecutivo por el impacto que puede provocar la improbación del paquete tributario.

¿Qué había hecho la bancada del PLN, en todo el período previo al sainete de Gutiérrez, para definir una estrategia más coherente a fin de neutralizar incidentes como el comentado?

¿Qué nivel de coordinación y de uniformidad impera en conductas y decisiones de esa fracción y el Ejecutivo si vemos a legisladores verdiblancos, anónimos algunos, menos discretos otros, que no coinciden con su propio mandatario?

El espectáculo no cesa. Se nos comentaba que ayer el cortejo aCachimbal rayó en el ridículo. Todo a última hora; todo con el agua al cuello. Todo bajo presión o precipitación.

Esta forma de conducir los destinos de un país es, quizá, el peor ingrediente que se le agrega a una incertidumbre que, se suponía, deberíamos haber superado hace rato.