El que guarda siempre tiene

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

La caída en lasreservas de agua para producir electricidad me hizo recordar el consejo que muchas veces escuché a mis padres: “El que guarda siempre tiene”.

Cómo no recordar sus palabras ahora que el embalse Arenal, principal reservorio para la generación de energía hidroeléctrica, está en el nivel más bajo de los últimos diez años.

Las aguas disminuyeron tanto que en este momento es posible ver las tumbas del cementerio del Viejo Arenal, uno de los caseríos que debieron ser inundados en 1974 para dar paso a la represa.

Se trata de imágenes desoladoras que dejan la sensación de que no se tomaron las precauciones para evitar que se llegara hasta este punto.

Tal parece que el Instituto Costarricense de Electricidad (ICE) se dio gusto usando las reservas de agua, confiado, al parecer a ciegas, en la puntual y abundante llegada de las lluvias en el 2023.

Sin embargo, el fenómeno de El Niño no solo retrasó los aguaceros de este año, sino que también trajo consigo la amenaza de reducir la intensidad de las precipitaciones en comparación con otros años.

De confirmarse los pronósticos meteorológicos y no tomarse medidas oportunas desde ya, la estación seca del 2024 podría ponernos en un peor predicamento.

¿Cómo llegamos a este punto? Está claro que este embrollo tomó por sorpresa a las autoridades del ICE, quienes no vieron venir o no supieron prepararse para lo que se avecinaba.

Prueba de lo anterior es que en agosto del 2022 el presidente ejecutivo del Instituto, Marco Acuña, anunció a los diputados que la empresa iba a sacar de operación el 47 % de sus plantas térmicas.

Al defender la medida, Acuña comparó esas instalaciones con “un carro estacionado en la casa que nadie usa”, pero por el que se debe pagar marchamo y mantenimiento, y cambiarle el aceite.

Esas plantas que el jerarca pensaba cerrar hace unos meses son las mismas que el ICE tiene que utilizar en forma intensiva para evitar el desabastecimiento de energía.

La falta de previsión no solo obligó a aumentar la compra de combustible y de energía más cara en el Istmo, sino que también ocasionará un aumento en las tarifas eléctricas a partir de julio.

Los hogares y el sector productivo deberán financiar de sus bolsillos las medidas tomadas para evitar apagones. ¿No será más justo que el ICE sea el que asuma el costo de sus malas decisiones?

rmatute@nacion.com

El autor es jefe de información de La Nación.