El gran reto que tienen Figueres Olsen y Calderón Fournier, tras el "acuerdo patriótico" del viernes, es convencer a la opinión pública de la efectividad y transparencia del arreglo. En fin, de granjearse de nuevo la credibilidad en medio del vacío en que cayó el país en tan solo doce meses de la nueva administración.
Ese convencimiento estará sujeto a los resultados que producto del pacto surjan. Lo demás son excelentes intenciones, pero pueden quedarse en eso, simple retórica. Peor aún, puede despertar suspicacias en torno a las implicaciones de lo negociado. De hecho rondan todo tipo de interrogantes acerca de las razones y la oportunidad del compromiso.
En el caso de Figueres Olsen porque cede al arreglo en condiciones casi agónicas, abrumado por diversos focos de descontento y con una atascada gestión con los organismos financieros internacionales. ?Por qué esperó hasta ahora para pactar con el líder de la oposición?
¿Por qué desperdició valiosas y oportunas posibilidades en setiembre u octubre?
¿Por qué permitió que el país llegara al borde del despeñadero en que se encuentra hoy tras la fábula que pintó hace un año al asumir el poder? ¿Es genuino su propósito de enmienda? ?Hay consenso en su equipo, particularmente de los "ATD", con lo pactado?
En el caso de Calderón y el PUSC porque, en lo interno, la intervención del exmandatario aviva el polvorín del liderazgo. Y en su relación con el Gobierno queda la duda: ¿Cede, la Unidad en algunas de sus demandas cruciales??Cede, solamente, por ceder? ?Caminan hacia un cogobierno?
Por eso, más allá del solemne acto del mediodía del viernes en Zapote, surge una amplia expectativa nacional de lo pactado, sus protagonistas y sus razones. Además, el país queda pendiente de los resultados.