El Nobel para Dylan

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Mucho me alegró enterarme del Premio Nobel de Literatura conferido a Bob Dylan. Desde los años 60, he sido un admirador de su obra y su cautivante interpretación. Como era de esperar, el anuncio provocó una ola mundial de aplausos aunque no faltaron chiflidos. De eso se trata la democracia.

No deseo referirme a las críticas porque no conozco suficientemente el campo técnico. Pero escuchar sus composiciones me deleita y esto es lo que al final cuenta. Precisamente, en los años 90 solía visitar a mi hijo Tzvi, que se encontraba radicado en Saint Paul, Minnesota. Ahí trabajaba con importantes hospitales pediátricos en tareas de traducción, demandada mayormente por pacientes de países de habla hispana entre los cuales muchos desconocían el idioma inglés.

Durante mis reiterados viajes a Saint Paul, asistí a sinagogas de la ciudad para los días sagrados judíos. Algunos de los rabinos me eran conocidos de muchos años y, conversando con ellos, caímos en el tema de Bob Dylan, el residente de mayor fama mundial. Por esa ruta supe de su generosidad con los más necesitados, no necesariamente judíos. En este capítulo conocí de sus aportes a una residencia para mujeres desamparadas, además de una sinagoga para pacientes enfermos y otros rubros filantrópicos.

Comentaron algunos amigos que Dylan había tomado una orientación acentuada hacia el judaísmo. Recientemente, había viajado a Israel con la familia para celebrar la bar mitzva de su hijo Jacob en la explanada frente al Muro Occidental del templo.

Robert Zimmerman, nombre familiar de Bob Dylan, tiene hoy 75 años de edad. Nació en el seno de una familia judía en Hibbing, Minnesota. Durante su jornada como artista, en los años 70, se integró a una corriente de cristianos nuevamente nacidos (Born Again Christians). Más adelante, durante los años 80, retomó su ancestro judío. Menciono estos giros porque creo que aprender de su vida espiritual permite adentrarse en su compleja existencia artística.

En este sentido, Bob Dylan emergió como el autor y cantante de nuevas generaciones opuestas a la guerra en Vietnam, que apoyaban a Martin Luther King y asistían a sus históricas marchas, y que sintieron en sus almas los homicidios de King y Robert Kennedy. Sin duda, fueron tiempos turbulentos entre los cuales una voz áspera y emotiva, acompañada por una guitarra y una harmónica, cantó a las multitudes Blowing in the wind , The times they are a changin , Like a rolling stone…