El monstruo apaciguado

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Lo más importante no es a quién responsabilizar por el mal; menos aún como "zafarse" de esa responsabilidad. Lo realmente crucial es que en enero y febrero de este año el gasto público tuvo un crecimiento alarmante en relación con 1995, y que debe hacerse algo para controlarlo.

El jefe de la fracción legislativa socialcristiana, Bernal Aragón, ha hecho bien en denunciar el caso, pero mal en enfilar sus baterías contra una presunta "campaña publicitaria muy costosa" del Gobierno.

El ministro de Hacienda, Fernando Herrero, ha hecho bien en participar de inmediato en el debate, pero muy mal en enunciar justificaciones que exoneren al Ejecutivo. Aduce, con razón, que los principales componentes del "disparo" son el pago de intereses de la deuda interna ("una variable incontrolable") y el salario escolar. ¿Pero quiere decir entonces que nada puede hacerse? Tal sería el corolario lógico de su argumentación. Sin embargo, sí se pueden disminuir la deuda interna y sus intereses (idea reiterada: vender activos estatales no estratégicos), y no se puede desconocer que el salario escolar proviene de una iniciativa de la actual administración, que puede corregirse. Pero incluso si se controlan estos factores queda pendiente el verdadero problema estructural del presupuesto: las inversiones siguen postergadas, lo cual, indirectamente, es otra forma de deuda interna, porque el deterioro deberán pagarlo las generaciones futuras.

Lejos de politizar la discusión o de desautorizarla con argumentos poco sólidos, las cifras de estos dos meses nos recuerdan que los problemas de las finanzas públicas siguen siendo un gran factor de distorsión de nuestra economía, y que no debe cesar la tarea por vencer un monstruo que apenas está apaciguado.