El futuro por decidir

Debemos transformar la amenaza en organización y acción ciudadana local y mundial. Hay que adecuar las Naciones Unidas a las necesidades de la nueva época

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Este es el título de un nuevo libro de Christiana Figueres y Tom Rivett-Carnac que nos presenta el dilema que tiene la especie humana frente a las serias amenazas del cambio climático: actuar ahora oportunamente para mitigar los daños o asumir en una década un proceso irreversible que puede poner en peligro incluso la supervivencia de la especie.

Con un gran acerbo de información fáctica y con una rica experiencia, como funcionaria en las negociaciones internacionales entre las potencias y los diversos países integrantes de las Naciones Unidas, alerta sobre los peligros y la necesidad de un cambio de actitud y toma de decisiones.

Los autores gozan, además de información contundente sobre el impacto de los cambios y de experiencia en el manejo diplomático frente a los representantes de las naciones y conocen, de primera mano, las dificultades para conseguir decisiones oportunas y redirigir recursos que sean contundentes frente al peligro. En este trabajo deben lidiar con enfoques, intereses y prejuicios que, al margen de los estudios científicos, niegan la inminencia del peligro.

En su visión parten de la necesidad de cambiar las actitudes de las personas, cuyas transformaciones se supone son las que pueden generar en cascada las reacciones transformadoras.

Sin restar ninguna importancia al cambio de las actitudes de los individuos, que son la unidad básica de las organizaciones sociales, conviene destacar la omisión que en su enfoque hacen los autores de los procesos organizativos de estos individuos, que son quienes transforman a esas personas en fuerzas políticas organizadas, capaces de hacer los cambios.

La toma de conciencia sobre la gravedad del problema es la que motiva un cambio de actitud, pero este cambio no puede permanecer a nivel individual, porque los cambios no los hacen los individuos aislados, sino asociados en organizaciones que se transforman en fuerzas de presión políticas.

Poder político

Don José Figueres Ferrer, el padre de doña Christiana y expresidente tres veces, decía producto de su experiencia política: “Los hombres sin organización no tienen ningún poder”.

La lucha en el siglo XVIII en Gran Bretaña, primero contra el tráfico de esclavos y posteriormente contra la esclavitud, fue inocua mientras permaneció en el ámbito de las denuncias morales y no tuvo avances significativos. Enfrentarse en ese entonces a la esclavitud, que era el principal eje de la economía de la época, era una tarea que parecía imposible por el poder y la influencia de los esclavistas, incluso de las organizaciones religiosas que se beneficiaban de este comercio.

No fue hasta cuando la gente se organizó y realizó una gran campaña de denuncia. La primera campaña de publicidad moderna, según el historiador y periodista Laurentino Gomes, en el segundo volumen de su erudita trilogía sobre la esclavitud (Escravidao).

Esa campaña no se limitó a la denuncia, sino que fue acompañada de mítines que reunían grandes conglomerados de personas y de campañas masivas de recolección de firmas que llevaban al Parlamento. Al final, el movimiento se transformó en protestas en toda Gran Bretaña. Con estas acciones y movilizaciones se logró lo que parecía imposible: primero la prohibición del tráfico de esclavos y, posteriormente, la esclavitud misma.

Hoy existen embriones importantes de organizaciones reivindicativas de la defensa del medio ambiente, especialmente entre los jóvenes, que deben ser fortalecidas e impulsadas por los movimientos estudiantiles, laborales, cooperativos y académicos, para lograr un incremento de la presión social sobre las organizaciones políticas y empresariales.

Presión

Además de las organizaciones y gobiernos, internacionales y locales, es fundamental ejercer presión sobre la Organización de las Naciones Unidas (ONU), organismo mundial, que debe, a pesar de sus limitaciones estructurales, hacer frente al peligro creciente que se ha venido agravando con el estallido de guerras que, adicionalmente amenazan en convertirse en confrontaciones nucleares.

Es fundamental hacer eco masivo del llamado del secretario general de la ONU, António Guterres, a raíz de la tragedia vivida, recientemente, en Pakistán, donde más de un millón de casas fueron dañadas por las inundaciones. Así como de las intervenciones de los dirigentes de nuestros países en la última Asamblea General de las Naciones Unidas, demandando paz y lucha por la regeneración del medio ambiente.

Se trata de una coyuntura favorable para impulsar un impuesto importante a los gastos en defensa, para trasladar esos recursos a la regeneración de suelos, mares y, en general, de la vida en la Tierra.

Para lograr estas metas, es fundamental generar un gran movimiento en las comunidades, con recolecciones de firmas masivas, exigiendo la aplicación de planes reguladores que incluyan la prevención y el mantenimiento de las infraestructuras vulnerables.

Debemos transformar la amenaza en organización y acción ciudadana local y mundial. Hay que adecuar las Naciones Unidas a las necesidades de la nueva época, reformado sus estructuras para hacer valer el peso de los países llamados periféricos. Esta bandera la debe tomar nuestra Cancillería para promover el proyecto costarricense de eliminación de las armas nucleares.

miguel.sobrado@gmail.com

El autor es sociólogo.