El día después

Debemos aprender la lección de la batalla de dos décadas para aprobar la reforma fiscal y emprender cinco políticas públicas fundamentales para el desarrollo.

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El fallo de la Sala Constitucional respecto al proyecto de reforma fiscal es una bocanada de aire fresco para Costa Rica. Tras superar el que parecía ser su obstáculo mayor, todo indica que, después de casi veinte años y tres intentos, vamos a reformar nuestro sistema tributario para aproximarlo a uno digno del siglo que vivimos.

Se trata, quizás, de la decisión no electoral más trascendental para el país desde la aprobación del TLC en el 2007. Aun así, no podemos olvidar que el proyecto aprobado es, como máximo, una reforma light.

Con una tímida recaudación de menos del 1,67 % del PIB de aquí al 2020, el proyecto no arregla la situación económica del país, pero nos saca de la espiral descendiente por la que nos hemos venido deslizando en los últimos años. El mensaje para los mercados internacionales de deuda es positivo y las modificaciones en gasto y empleo público son pasos en la dirección correcta.

La regla fiscal, además, permitirá una trayectoria de deuda saludable para las próximas décadas. Según cálculos del Banco Central, gracias a ella será posible contener la deuda del Gobierno Central en un 65 % para el 2022 y bajarla a, aproximadamente, un 50 % en el 2040.

Sin la reforma fiscal, la deuda explotaría en el 2040 hasta un 147,9 % como porcentaje del PIB. Recordemos que las recomendaciones de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) respecto a la deuda para un país como Costa Rica son de un rango entre el 30 % y el 50 %, pues nos encontramos expuestos a reversiones en el flujo de capitales.

Hacia adelante. Sin embargo, y como suele suceder en las victorias políticas, este paso únicamente implica el inicio del proyecto de reactivación de la economía costarricense. Hemos logrado contener la hemorragia, pero la enfermedad sigue presente. El crecimiento económico es anémico y las condiciones internacionales favorables no van a persistir por siempre.

La caída en los mercados financieros en Estados Unidos, en los precios del petróleo y el deterioro de la estabilidad fiscal de ese país anuncian que la situación global podría entrar en una corrección en cuestión de meses, y regresarnos a la trayectoria descendente. ¿Cuáles deben ser los pasos a partir de ahora? Cinco ámbitos de política pública son fundamentales para la estabilidad de nuestro proyecto de desarrollo. Veamos.

1. Contención del gasto: si bien la regla fiscal sostiene el crecimiento de los gastos corrientes, no podemos ignorar que gran proporción de los llamados gastos inflexibles seguirán siendo parte del presupuesto nacional.

El presupuesto del 2018, entre mandatos constitucionales y legales, es inflexible en un 96 %. La modificación de la contabilidad de la inversión educativa en la reforma fiscal fue un acierto, pero si no profundizamos esos ajustes en el resto de las partidas, la tendencia nos llevaría de nuevo a la inestabilidad en los próximos años.

Asimismo, no podemos huir de la necesaria discusión del cierre de instituciones redundantes u obsoletas en el sector público.

2. Huelgas en el sector público: el efecto político más significativo de esta reforma fiscal es, quizás, la reafirmación ante la opinión pública de la irresponsabilidad de algunos sectores de la cúpula sindical. El repudio a sus nefastas prácticas ha sido general, tras el acuerdo político del 2015 entre la administración Solís y los sindicatos, que generó un ambiente de impunidad desconcertante.

El proyecto de ley 21049, para brindar seguridad jurídica ante las huelgas, debe ser tramitado casi como emergencia nacional, dada la postura intransigente de los sindicatos y los fallos inexplicables de las Cortes respecto a las huelgas.

3. Sector social: si bien durante sus años como jerarca del sector el presidente Alvarado ejecutó reformas administrativas en el sector que lucha contra la pobreza, aún queda camino por recorrer. La pobreza se mantiene en sus porcentajes históricos, e incluso ante la inestabilidad económica de este año y la subida del tipo de cambio, podría aumentar.

Necesitamos mejorar la eficiencia y la focalización de las asignaciones sociales y disminuir los costos de transacción para obtener un mayor retorno de la inversión por cada colón. La división urbano-rural y la desigualdad producto de la educación deben ser atendidas urgentemente. Las consecuencias de la divergencia en resultados económicos entre sectores de la población podría alimentar alternativas electorales devastadoras para el futuro del país. A este peligro me he referido con detalle en columnas previas.

4. Seguridad ciudadana: la reactivación de la violencia en los últimos cinco años nos está llevando a otra emergencia nacional. El 2018 podría ser el año más sangriento en la historia del país, según el OIJ. La renovación de espacios públicos, la atención del crimen con enfoque de género, el fortalecimiento de los cuerpos policiales y la progresiva finalización de la mal llamada “guerra contra las drogas” deberán ser prioridades tanto desde Zapote como desde la Asamblea Legislativa.

5. Energía: por último, pero no menos importante, debemos modernizar nuestro sector energético. El informe de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), respecto a las estadísticas del subsector eléctrico en el Sistema de Integración Centroamericana (SICA), encontró que los precios de la energía son uno de los principales disparadores del costo de vida en el país y ahuyentan la inversión productiva que necesitamos para reactivar la economía.

Si bien el problema energético no posee la popularidad mediática que merece, debemos aprovechar las oportunidades de la transición al esquema de generación distribuida y proveer las herramientas legales para facilitarlo. Adicionalmente, debemos tomar la oportunidad productiva que representa el surgimiento de la industria de energías limpias. El Laboratorio Nacional de Energías Renovables de Estados Unidos resume las ventajas de este sector en dos de sus características: es altamente intensivo en mano de obra y sus beneficios suelen ser locales. Es decir, justo lo que necesitamos para incentivar el empleo en regiones deprimidas de nuestro país.

Lo que nos une. Esta lista no es comprensiva ni tan detallada como merece serlo, pero insto a iniciar la discusión del día después en estos asuntos. Debemos aprender la lección de la batalla de dos décadas para aprobar la reforma fiscal y enfrentar el futuro con optimismo.

Si bien usualmente nos consumen el nadadito de perro y la politiquería divisoria, en un mundo que se desmorona aceleradamente, Costa Rica sigue siendo un faro de luz y esperanza para la humanidad.

Ante los grandes retos que afronta el país, y usualmente con el agua al cuello, de alguna forma u otra siempre sacamos juntos la casta en tiempo de reposición. Asumamos con responsabilidad ese espíritu de supervivencia tan costarricense y construyamos el futuro a partir de ahí.

El autor es analista de políticas públicas.