El choque en cámara lenta de EE. UU. y China sigue su curso

En un clima cada vez más tenso, la fragmentación triunfa sobre la cooperación y el peligro de un conflicto militar por Taiwán se cierne sobre ambos países

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Hace poco asistí en Pekín al Foro sobre Desarrollo de China (FDC), una reunión anual de altos ejecutivos extranjeros, académicos, exformuladores de políticas y altos funcionarios chinos. La reunión de este año fue la primera que se celebra en forma presencial desde el 2019, y dio a los observadores occidentales la oportunidad de conocer a las nuevas máximas autoridades chinas, entre ellas el nuevo primer ministro Li Qiang.

La actividad dio a Li su primera oportunidad para interactuar con representantes extranjeros desde que asumió el cargo. A pesar de lo mucho que se ha hablado de la postura del presidente chino, Xi Jinping, de elegir a personas de su máxima confianza para los cargos más importantes del gobierno y del Partido Comunista de China (PCCh), las conversaciones que mantuvimos nos permitieron hacernos una imagen más matizada de las políticas y estilos de liderazgo de Li y otros altos funcionarios chinos.

Antes de asumir como primer ministro en marzo, Li era el secretario del PCCh en Shanghái. Como reformista económico y partidario de la empresa privada, influyó de manera crucial en la decisión de Tesla de construir una megafábrica en la ciudad. Durante la pandemia de covid‑19, ejecutó la estricta política de covid cero de Xi y dirigió una cuarentena de dos meses en Shanghái.

La lealtad de Li fue recompensada, y no se convirtió en chivo expiatorio por el fracaso de esas políticas. Además, cuando se volvió evidente que eran insostenibles, su estrecha relación con Xi le permitió convencerlo de revertir las restricciones de un día para el otro. En nuestra reunión, Li reiteró el compromiso de China con “la reforma y la apertura”, mensaje que también transmitieron otros líderes chinos.

Li tiene un sentido del humor notable, en marcado contraste con la conducta más reservada de su antecesor, Li Keqiang, a quien conocí unos años antes cuando se desempeñaba en el cargo. En la reunión que tuvimos, hizo reír a carcajadas al director ejecutivo de Apple, Tim Cook, atribuyendo su buen ánimo al video viral de la cálida bienvenida que recibió Cook durante su visita a una tienda de Apple en Pekín.

Incluso hizo bromas sobre otro video (que también se viralizó en esa semana) en el que legisladores estadounidenses cuestionan duramente al director ejecutivo de TikTok, Shou Zi Chew, durante una audiencia en el Congreso. Pero no dejó de señalar que, a diferencia de Cook, el asediado jefe de TikTok no sonreía.

De modo que los comentarios jocosos de Li incluyeron una advertencia implícita: aunque las empresas estadounidenses todavía son bienvenidas en China, si las empresas e intereses chinos reciben malos tratos en Estados Unidos el gobierno chino puede endurecer su postura.

Tranquilizar a China no será fácil

La velada amenaza de Li expresa muy bien la actitud actual china hacia Estados Unidos. Aunque sus altas autoridades económicas hablen de apertura, las políticas chinas todavía priorizan la seguridad y el control más que las reformas.

Una señal de esta postura se evidenció en la firmeza con que se expresó el nuevo ministro chino de Asuntos Exteriores, Qin Gang, en el discurso que pronunció en el FDC. En una crítica implícita a Estados Unidos, Qin advirtió a los concurrentes occidentales que aunque China aspira a mantener un régimen de comercio internacional abierto, responderá enérgicamente si tratan de arrastrarla a una nueva guerra fría.

En un discurso reciente, la secretaria del Tesoro de los Estados Unidos, Janet Yellen, procuró mitigar las preocupaciones chinas respecto de un intento estadounidense de “contener” el ascenso de China y desacoplarse de su economía. Aclaró que las últimas restricciones estadounidenses al comercio con China fueron por motivos de seguridad nacional y no un intento de obstaculizar el crecimiento económico del país.

Pero tranquilizar a China no será fácil si es verdad que Estados Unidos tiene planes de introducir amplias restricciones al flujo bilateral de inversiones. Hasta ahora, los funcionarios chinos no se han mostrado receptivos a los intentos de Yellen y del secretario de Estado, Antony Blinken, de iniciar un diálogo tendente a maximizar la cooperación, minimizar las áreas de confrontación y controlar la creciente competencia y rivalidad estratégica entre ambas potencias.

Taiwán de por medio

Hace poco, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, pronunció un discurso igualmente pragmático, en el que sostuvo que Europa debe “poner el acento en la reducción de riesgos más que en el desacople” respecto de China, pero también recalcó las muchas amenazas planteadas por las políticas chinas a Europa y Occidente.

El discurso de Von der Leyen no fue bien recibido en Pekín; de hecho, cuando en abril visitó China junto con el presidente francés, Emmanuel Macron, a ella se la trató con frialdad, mientras que el más acomodaticio Macron recibió una bienvenida con honores.

China está tratando de meter cizaña entre la Unión Europea y Estados Unidos. Las empresas de la UE tienen enormes intereses en China, y en el FDC hubo muchos directivos europeos, a diferencia de la limitada presencia de dirigentes empresariales estadounidenses. Y los comentarios polémicos de Macron durante su visita de abril (en particular, cuando dijo que Europa no debe ser “vasalla” de Estados Unidos) hicieron pensar que el intento podía haber sido exitoso.

Pero un comunicado posterior del G7 reafirmó la postura de Occidente en relación con Taiwán y condenó las políticas agresivas chinas hacia la isla; y es probable que el apoyo tácito de China a la brutal invasión rusa de Ucrania impida a Europa sucumbir a una ofensiva de seducción china.

El comienzo de la campaña presidencial estadounidense, sumada a la sospecha de China de que Estados Unidos busca contener su crecimiento económico, obstaculizará los intentos de crear confianza y desescalar tensiones entre ambos países. Demócratas y republicanos compiten a ver quién se muestra más duro con China, de modo que es posible que la guerra fría chino-estadounidense se intensifique, con riesgo de convertirse en una guerra caliente por Taiwán.

A pesar de los intentos de funcionarios estadounidenses de poner salvaguardas en la competencia estratégica con China, y de la insistencia de los funcionarios chinos en que no desean un desacople económico, las perspectivas de cooperación se ven cada vez más lejanas. La fragmentación y el desacople se están normalizando, ambos países siguen en rumbo de colisión, y el peligro de que la actual “depresión geopolítica” se profundice es casi inevitable.

Nouriel Roubini es profesor emérito de Economía en la Escuela de Negocios Stern de la Universidad de Nueva York y economista principal en Atlas Capital Team.

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