El antisemitismo daña a judíos y no judíos

Después del ataque terrorista de Hamás a ciudadanos israelíes se activaron en casi todo el mundo sentimientos antisemitas

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Las raíces históricas y dinámicas político-sociales que explican el antisemitismo son complejas, con diferentes énfasis y varios matices. Es uno de los asuntos ante los cuales debemos tener humildad intelectual.

En nuestros días, después del ataque terrorista de Hamás a ciudadanos israelíes, entre ellos niños, ancianos y mujeres, se activaron en casi todo el mundo —Costa Rica incluida— la ignorancia, el racismo, la xenofobia, es decir, diferentes olores antisemitas.

Algunos de los prejuicios son exacerbados por ideas religiosas mal encaminadas debido al fanatismo que lleva a la intolerancia entre credos; otros, a causa de pensamientos críticos con respecto al gobierno de Israel, completamente respetables y legítimos, pero que, al calor del debate, bajan la guardia y cruzan la raya para caer en el antisemitismo.

Tenemos también ejemplos tradicionales de prejuicio hacia la comunidad judía, como la asociación del judaísmo con la codicia capitalista. Ahora, en el contexto del ataque terrorista de Hamás, especialmente entre jóvenes malinformados, que escuchan campanas y no saben de dónde vienen, se ha suscitado una confusión mayúscula, que conduce a que sus ideas de solidaridad hacia el pueblo palestino les turben la mente y les impidan condenar el terrorismo perpetrado por Hamás.

Argumentos peregrinos

Estas fuerzas dinámicas de diferente tipo se expresaron también en nuestra Asamblea Legislativa, donde diputados tanto del partido gobernante, Progreso Social Democrático, como de la izquierda, el Frente Amplio, se negaron a condenar el atroz atentado terrorista contra población israelí, esgrimiendo argumentos peregrinos e hipócritas de neutralidad política, que no mostraron en ningún otro momento.

También hipócritas e inconsistentes fueron algunos legisladores al culpar a Israel del atentado terrorista.

Los ataques de Hamás deben ser condenados como un movimiento reflejo, instintivo de todo ser consciente que respeta la humanidad de los demás.

La ausencia de principios básicos para el actuar político se explica, en parte, y tristemente, porque se destaparon sentimientos antisemitas que cínicamente quisieron capitalizar para sus tiendas ideológicas. En este asunto, no debiera argüirse neutralidad posible ni puntos de vista relativos.

Los populistas autoritarios y los activistas de izquierda se taparon con la misma cobija, la del antisemitismo. Claro que no lo van a admitir, porque en nuestros días es vergonzoso y solo los fanáticos y lunáticos políticos expresan de viva voz el antisemitismo o ideologías similares.

Luego, hay que reconocerlo, algunos se retractaron sigilosamente presentando otra propuesta, ya sea porque tomaron conciencia de su error o porque se hizo evidente que su posición resultó ser impopular y vergonzosa.

Pero lo que más me interesa destacar, a raíz de esta tragedia y de las reacciones de diferentes grupos de ciudadanos alrededor del mundo, es que el antisemitismo, como toda forma de fanatismo, nos perjudica a todos, judíos y no judíos, porque polariza a la sociedad e incentiva una cultura de intolerancia y divisiones odiosas.

Tal postura rompe el tejido de la fábrica social y crea condiciones para otras formas de odio.

Germen de la violencia

El antisemitismo erosiona los valores que sostienen las sociedades democráticas como la nuestra, entre ellos, están la justicia, la igualdad y el respeto por las diferencias, y finalmente conduce al desconocimiento de los derechos humanos fundamentales.

Toda forma de fanatismo y discriminación alimenta la violencia en las sociedades, no solamente hacia el grupo discriminado. La totalidad de los seres humanos tenemos el derecho a no ser juzgados por nuestras afiliaciones religiosas y políticas, por nuestro color de piel o preferencias sexuales.

Tenemos que mantener, como sociedad, la aspiración expresada por Martin Luther King en 1963 con respecto a los derechos civiles de las personas negras en los Estados Unidos: “Tengo un sueño… que algún día mis cuatro pequeños hijos serán juzgados, no por el color de su piel, sino por el contenido de su carácter”.

Llegar a cumplir esta aspiración es un reto monumental para los ciudadanos del planeta. Sin embargo, tengo la esperanza y convicción, al igual que Martin Luther King, de que el arcoíris moral del universo, aunque es muy extenso, se inclina progresivamente hacia la justicia.

psique@me.com

El autor es médico psiquiatra, especialista en niños, adolescentes y salud pública y miembro de número de la Academia Nacional de Medicina.