Eduardo Ulibarri: El debate

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En su informe a la Asamblea Legislativa, el presidente Luis Guillermo Solís censuró a quienes pregonan la sospecha, la demagogia y el “tremendismo político”, y pidió elevar “la calidad del debate público”.

En el 2012, Laura Chinchilla llamó a detener la “guerra de recriminaciones, mezquindades, miopía y destrucción” y abrir “las compuertas al debate responsable” y la búsqueda de soluciones.

Dos años antes, Óscar Arias recordó que “ninguna nación desarrollada hace de todo debate político una trama de denuncias penales y expedientes constitucionales”.

La discusión nacional no es tan catastrófica como lo reflejan esas frases, pero a menudo se acerca.

No debe sorprender que quienes se confrontan en la arena pública pongan sus intereses por delante de la verdad . Es un mal con larga historia y distinguidos impulsores. Hace casi dos siglos, Arthur Schopenhauer recomendó “dejar de lado la verdad objetiva” en la discusión y concentrarnos en “cómo defender las propias afirmaciones y demoler las del adversario”. Los grandes retóricos griegos no anduvieron muy lejos.

Lo que preocupa, aquí y ahora, son los excesivos grados de simplismo, suspicacia, intolerancia, miopía, aldeanismo, prejuicios y desdén por la evidencia empírica con que muchos actores políticos, sociales y de otra índole pretenden construir sus razones y destruir las de otros.

Algunos sí observan las reglas mínimas del fair play confrontativo, mientras luchan intensamente por la victoria. Otros han quemado los fusibles de la razón y el respeto, con total desdén por las consecuencias.

Mejorar no será fácil. La fragmentación política y mediática, la conflictividad y el desencanto alimentan el problema; el afán de triunfo fácil lo potencia. Quizá estas realidades cambien. Ojalá. Entre tanto, debemos sanear los términos del debate desde las instancias que, por su protagonismo, más pueden influir en él. Me refiero a gobernantes, políticos, voceros de grupos, periodistas y líderes de opinión.

Con esta columna recojo mi propio guante. Aquí estarán mis ideas, percepciones, horizontes y razones, con respeto, claridad y apertura. Espero, así, aportar a la buena discusión y, quizá, las soluciones.

(*) Eduardo Ulibarri es periodista, profesor universitario y diplomático. Consultor en análisis sociopolítico y estrategias de comunicación. Exembajador de Costa Rica ante las Naciones Unidas (2010-2014).